Ángela González La escritura y el deseo que la causa es la encrucijada de la que parte Fernando Martín Aduriz para invitarnos a la lectura atenta de este libro, ¿Por qué se escribe? Cincuenta escritores. Un asunto, el deseo de escribir, que forma parte, junto con la lectura, de esas pocas cosas que nos conmueven y transforman en cuanto que somos sujetos atravesados de lenguaje, fundados ya por palabras antes incluso de nuestra llegada al mundo. Si la vida es sueño, en el decir de Calderón[1], escribir pudiera ser acaso parecido a soñar o semejante a dormir, como lo era para Pessoa cuando enmarañado en su perpetuo desasosiego indicaba que,…
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En la sala de espera
Estoy en la sala de espera de traumatología del hospital. Una rutinaria revisión de mi mallet finger, una lesión en mi meñique izquierdo, que se ha quedado en martillo tras la rotura del tendón extensor y una prolongada sindactilia, que por qué no reconocerlo, ha tenido resultados solo discretos. No me ha supuesto ningún quebranto; estoy acostumbrado a los resultados discretos, a los paraísos humildes y pasajeros. Sindactilia por cierto, es una palabra bellísima herencia de los griegos, omito etimología, que utilizo, incluso en sentido metafórico, siempre que tengo ocasión. Me da cierto cachet. Por ejemplo: sindactilia afectiva o laboral o incluso sindactilia de género, sindactilia amorosa, cualquier situación en…
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Ana B. Retazos de su mundo
Ana B., después de varios días casi inmóvil y mutista, dice: “mi padre nos llevaba todos los domingos al Prado. Ahora ya no es lo mismo, desde que lo han hecho parque natural y está lleno de jabalíes, de ciervos y de antílopes. Cuando íbamos de niños, los cinco, cazábamos gatos con un cazamariposas. Había un restaurante que daba gato por liebre, pero a mi padre no le importaba y se comía lo que le daban pringando la salsa. Yo siempre he tenido muchos animales. Una urraca que regalé a mi cuñada Marta cuando me vine a León, se te ponía en la cabeza y decía “urraca fea, urraca fea”.…
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Todo el mundo está en su mundo
María Isabel Cuena[1] 30 de septiembre de 2022 “Y el idioma, ¡qué confusión! qué cosas nos decimos sin saber lo que nos decimos”. Juan Ramón Jiménez, Espacio. Con sinceridad: no sé bien qué escribo. Si lo hago por encargo o por curiosidad. En ocasiones contadas, entiendo lo que dicen las palabras cuando salen; otras muchas van uno (o varios) pasos por delante de mí: como enseñan tantos, el habla hace el mundo. Cada uno habla, pero a veces le hablan (las palabras, digo). Y hablar… ¡son tantas cosas! Hablar es quejarse y pensar; hablar es darse a conocer; hablar es, también, observar nuevos procesos en el mundo – o inventarlos.…
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Las rosas del silencio (Huyendo de las redes sociales)
David Pujante[1] “La sabiduría y el silencio, simboliçado en la rosa, le buelven a rehazer hombre.” (Gracián) “Qué descansada vida la del que huye” (Luís de León) “entre las voces una” (Antonio Machado) I Son demasiados nombres — pienso, mientras me envuelvo con las sábanas — ya no sé distinguir las voces de los ecos en este gran barullo que es el mundo que habito en la distancia. Todos quieren su espacio, la atención absoluta de los otros. Ya nadie se conforma con el anonimato en el globalizado circuito de influencers y de stars. II Doy una vuelta en la cama y pienso, en el silencio…
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Quien canta su mal espanta
Antonio Gamoneda[1] El autor de este libro, que, no está entre los cincuenta porque para eso es el autor, claro, me envió puntualmente el libro por correo, pero las inesperadas fiestas leonesas, inesperada para mi hasta esta mañana, y el libro se retrasó, y apenas he podido ojearlo, pero esto no me acobarda mucho, serán otras carencias las que deben acobardarme, porque sí conozco a Fernando Aduriz como escritor, que podría estar aquí si el autor de este libro fuera otro, y también por su profesión, diríamos más científica, de psicoanalista. Claro, ustedes se dan cuenta de que reunidas en la misma actividad y persona, las funciones de psicoanalista y…
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Pensamiento
Da igual dar vueltas sobre mí mismo que ponerme del revés haciendo el pino, que quedarme quieto. Da igual ver el mundo de frente que de perfil. Da igual tener abiertos los ojos que cerrarlos con fuerza para no ver. Da todo igual cuando se tiene un volcán en la cabeza que está a cada instante a punto de estallar. El pensamiento no se queda quieto, está siempre danzando, no me deja en paz. ¡Cuánto daría por quedarme en blanco, aunque fuera un segundo, sin ideas, sin imágenes y descansar¡ ¿Para qué ponerse cabeza abajo si seguiré siendo el mismo? Si supiera que así se vaciaba la cabeza, como si…
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El filtro burbuja
Marcos Román[1] Introducción. El filtro burbuja (también denominado en ocasiones burbuja de filtros o burbuja filtrante, todas ellas traducciones del original en inglés, filter bubble) es una consecuencia perversa derivada del diseño característico de algunos buscadores de internet, de algunas redes sociales digitales y de algunas páginas web; diseño consistente en que dichas aplicaciones informáticas seleccionan y priorizan el contenido que ofrecen a cada uno de sus usuarios en función de su navegación previa[2]. Esta selección y priorización se concreta en presentar al sujeto informaciones acordes con las preferencias e inclinaciones que ha expresado anteriormente, con el fin de maximizar su tiempo de uso y su adhesión a la aplicación,…
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Elogio a la ventana
Claudia Do Minh Se escapa entre nuestros dedos la existencia que transcurre con los días, sin poder parar la rueda, lo que podemos hacer es aprender a observar el continuo cambio del existir, aceptando su mutabilidad, pero la mayoría de las veces nuestros actos tienen la desesperación de la fijación. El miedo al devenir, a ser una hoja que cae al agua, nos insta a delimitar y con ello a edificar, construyendo un lenguaje, unas convenciones y una comunicación que a la vez que es puente es cárcel. ¿Es el lenguaje las raíces que nos atan a este mundo? y ¿las hojas, las flores? quizás éstas son el cuerpo que…
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Amélie Nothomb: del rechazo a la escritura
Lourdes Chacón Bueno[1] Nació de nalgas. Los padres esperaban a un niño: Jean-Baptiste. No tuvo nombre propio pero sí nombre común: el tubo o la planta. No hablaba ni se movía. Todo era nada. Con el tiempo decidió ser Dios, el dios de los cristianos, nos dirá Nothomb en Estupor y Temblores, luego le pareció demasiado ambicioso, así que quiso convertirse en Cristo [2] pero como su crucifixión en la cruz no llegaba, a los 7 años decidió convertirse en mártir. “El 5 de enero de enero de 1981, día de Santa Amélie (virgen y mártir)[3], dejaría de comer”[4]. Tenía 13 años. Nothomb nos dirá que “fue un acto de…