Análisis 35,  Escuela lacaniana (número 35),  José Manuel de Manuel

Mi reciente entrada a la Escuela y su por qué[1]


José Manuel de Manuel[2]

Buenas noches. Están van a ser mis primeras palabras como miembro de la ELP y de la AMP dentro de la Escuela, y realmente estoy feliz de compartirlas con todos vosotros, una comunidad de amigos, de gente cercana que desde su entusiasmo, su deseo por y para  la defensa por psicoanálisis ha posibilitado que esté donde estoy en estos momentos.

He querido destacar algunos puntos de mi recorrido que comenzaron hace 17 años y que puedan dar cuenta del por qué de la entrada en la escuela.

 Por aquel entonces era un ferviente entusiasta del psicoanálisis, quería ser psicoanalista, sin saber demasiado en que consistía, pero me había identificado a algunos analistas de mi ciudad, quería parecerme a ellos y a los efectos que creía se podía alcanzar, creo que tampoco iba tan mal encaminado.

 Sin embargo, fue un encuentro contingente el que me llevo a un analista, nada de lo que había imaginado y fantaseado estaba en juego en esos momentos y sí los de resolver los embrollos de mi vida. Eso si, sabía que tenía que ser un psicoanálisis el que me sacará de todo ese sufrimiento.

Fue a través de mi análisis donde se despertó el deseo de pertenecer a la Escuela. Ya se había encargado mi analista de hablar de la escuela sutilmente, de qué hacían, de qué estudiaban. Vi la oportunidad de acercarme al saber. El deseo se había instalado desde la falta, falta de saber, que la escuela me podía proporcionar. Era como matar dos pájaros de un tiro y sentía que tenia las claves para llegar a mi objetivo; “comería terreno” a ese goce del que me resistía a ceder y del que tanto sufría. Comer y tiempo en el horizonte de mi síntoma.

Entrar en la escuela como socio no era cualquier cosa, tenían que admitirte tenían que darte un sí. Esta circunstancia tocó mi fantasma de lleno. Mi idea de que nunca nadie me elegía de primeras, ni de segundas me había acompañado a lo largo de la vida, pero ahora mi analista me apoyaba, incluso me lo proponía. Iba a ser de los elegidos.

Mi entrada en la escuela como socio, se basó muchos años en querer aprender, en colmar mi falta de saber y nada mas. La escuela la puse a mi servicio y me proporcionaba además una identificación que me representaba de alguna manera.

Sólo tenía que obedecer, no hacer ruido, que no se notara demasiado mi ignorancia. Circunstancia de la que sufría pero que se había convertido en un estilo de vida.

La escuela la tomé entonces por una exigencia…Si piden doy, pero nada más. Pronto se convirtió en un goce que empezaba a pesar. Una cosa es que los de mi comunidad pidieran, a los que veía como amigos y se preocupaban por mi y otra cosa era las exigencias de la Escuela, a veces imposible de satisfacer, dado el número reducido de la Comunidad a la que pertenezco. No me daba cuenta que no sólo era la falta del saber la que aseguraba mi presencia si no también una falta en ser, el reconocimiento que tenía asegurado de alguna manera en mi comunidad.

En una ocasión visitó nuestra comunidad Vicente Palomera, estábamos al comienzo de nuestra andadura como comunidad, ni tan siquiera éramos independientes. Hizo una pregunta a un miembro en privado que yo escuché. ¿Cuantos crees que llegarán? Creo que un par de ellos, quizá tres, no más. Pensé, ¿donde hay que llegar? Seré yo uno de los elegidos.

En este transcurrir como socio y ya trabajando como psicólogo, sentía que había demasiadas exigencias para acceder a miembro. Culpaba a la Escuela, me resignaba, no sería elegido nunca. RESIGNACION-EXIGENCIAS-OBEDIENCIAS. Ese goce fantasmático se ponía en juego una y otra vez, del que yo no quería saber nada y que lo depositaba en la Escuela de Psicoanálisis como una forma de quitármelo de encima.

Al cambiar el sujeto cambia el Otro.

Hubo un momento que me planteé que quizá era el momento de cambiar, había visto el trabajo de los otros compañeros amigos, la solidaridad y la gratitud con la que trabajaban en la escuela. Pensé que era el momento de devolver algo a la Escuela, de dar lo que me había dado. Animado por algunos miembros y socios me lancé a pedir la entrada. Recuerdo especialmente mi primera entrevista, algo se produjo en ella, no así la segunda en la que vi un mero tramite administrativo en la que bien pasaba o  no pasaba. Sin embrago la suerte estaba echada, algo se había transformado. No era dar, no era devolver, no se trataba de gratitud. Había cambiado el orden de los significantes y sonaba mejor, pero mi precipitación (tiempo) y mi posición, dar para seguir comiendo de la Escuela estaban intactas. El goce permanecía, pero a partir de aquí ya nada sería igual.

Sucesión de noes

Me dijeron que no, y me explicaron el por qué. No lo acepté, no lo creí. Me había vuelto a equivocar, a precipitar, volvía al punto inicial. Nadie me elige a la primera. Mi fantasma se puso en marcha. Renuncié a volver a pedir la entrada en la ELP como miembro. Todo seguiría igual. A gozar.

En el transcurso de esta negativa hasta la nueva petición me di cuenta que ya vivía de otra manera, mucho mejor, que me ganaba LA VIDA con lo que siempre quise hacer, que había hecho ese ideal una forma de vivir.

No era trabajar para la ELP si no en la ELP. Me planteé poder pedir de nuevo la entrada, no necesitaba ser elegido, podían decir que no. Para llegar a…( de Vicente Palomera) ser psicoanalista es necesario un análisis, pero no es suficiente. Ese llegar  no es sin escuela y ahora empezaba a cobrar todo un sentido diferente.


[1] Intervención en la actividad de Escuela, Seminario Lacaniano de Castilla y León el 17 de marzo de 2021.

[2] José Manuel de Manuel es Psicólogo Sanitario, Psicopedagogo y Psicoanalista miembro de la ELP-AMP en Valladolid y Palencia.