Análisis 35,  Escuela lacaniana (número 35),  Roberto Martínez de Benito

El porvenir de una (mi) ilusión


Roberto Martínez de Benito[1]

Por sugerencia de nuestro Director -de Comunidad y de Revista- acometo este artículo, sobre mi experiencia como Director de la Comunidad de la ELP de Castilla y León.

Me ha resultado difícil de escribir. Entrecomillo el título porque evidentemente todos reconocen que no es propio, pero expresa mis deseos e intenciones, respecto a la que -yo creo- mi posición y lugar en nuestra Comunidad. Para nada institucional. Podría proponer un neologismo; algo así como “creeyando” (creer más creando), pero carece de toda belleza y efecto significante.

El tema que quiero exponer tiene que ver con mis dos periodos como Director de la Sede de Castilla y León de la ELP (2014-2016 y 2019-2020), pero fundamentalmente con el último, atravesado por el real de la pandemia, abocándonos a reinventarnos, a toda prisa y sin un horizonte cierto -es más exacto, claro- ni en lo real, ni en lo epistemológico.

El primer periodo, respondió más al automaton que nuestra pequeña comunidad exige en la permutación de cargos; pero también al deseo propio de hacer que nuestra Comunidad tuviera continuidad, sin duda, entre la ambigüedad del querer y el deber. Fue, sobre todo, la época de la consecución de una sede física que fijara a nuestra Comunidad hasta entonces “errante”. Local, por otra parte, que se iba a compartir con las actividades -claramente exitosas- del SCF de Castilla y León. Recuerdo con una mezcla de alegría -propia, pero muy contagiada por la que percibía en los demás asistentes a la inauguración aquel 2 de octubre de 2015- y de incertidumbre: de si íbamos a ser capaces de sostener el local, no tanto como sitio (lien) sino como lugar (lieu) [ver al final mi escrito para las Noches del Directorio Ampliado, de diciembre de 2019, en el que cito a este respecto a Patricia Tassara en referencia a J. A. Miller]. Con el interrogante que también planteaba el mensaje de Eric Laurent, para felicitarnos por la apertura de la sede, pero advirtiéndonos que la Escuela es sin sede.

En este sentido me permito incluir en este texto mi primera intervención en el espacio Noche de Escuela (30 de octubre de 2015), en el que pretendía aclarar hacia dónde y hacía qué debería llevarnos este movimiento de inaugurar una sede:

En la inauguración del Centro Lacan insistí en el hecho de que el trabajo en la Escuela se hace «en» grupo, pero no es «de» grupo, resaltando el hecho de que la pregunta en torno a la que se construye la Escuela -¿qué es un analista? y NO que es el psicoanálisis ni como difundirlo- es estrictamente subjetiva y fruto de una experiencia analítica personal, que es lo que se puede transmitir.

En este punto de la transmisión entra el grupo.

Pero la apertura de la sede ha dejado al descubierto problemas existentes en nuestra Comunidad. Dado que somos una institución analítica, debemos ver nuestra Comunidad -y la Escuela- como un sujeto susceptible de sintomatizar y de por ende de ser analizado.

Han habido efectos de dinámica de grupo que no hemos sabido canalizar, corregir o detener:

Han habido confusiones entre las personas y sus posiciones institucionales.

Han habido defectos de límite entre las distintas actividades, qué institución las sustenta y las personas que intervienen.

No hemos puesto en marcha con precisión el mecanismo del no todo, en el imaginario grupal. Creo que en algún momento no hemos hecho suficiente hincapié en separar nítidamente demanda y deseo. Hemos dejado que prevaleciera lo imaginario -grupal- de lo simbólico -institucional.

Voy a haceros un pequeño esquema que intentaré que delimite los aspectos mencionados.

Pero cada para cada uno la reflexión sobre su posición TRANSFERENCIAL con la Sede de nuestra Comunidad, no tanto como grupo, sino como institución que nos acoge.

Los socios lo son de cada Sede y no de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis de España, de la que solo forman parte los miembros, esto es, aquellas personas a las que se admite tras presentar su solicitud de ingreso y ser aceptados por el Otro que es la Escuela.

Postularse como miembro es una apuesta decidida por el propio deseo hacia el psicoanálisis, no como una teoría a difundir y defender, sino como una experiencia propia que transmitir.

No se trata de formar profesores. Se trata de intentar dar una respuesta, siempre inconclusa e ignota, al interrogante sobre ¿qué es un psicoanalista?. Por supuesto desde esta posición también podemos interrogarnos sobre qué es el psicoanálisis, como discurso subjetivo -propio del inconsciente de cada sujeto-

Una última reflexión: todo el mundo puede solicitar su ingreso como socio de una Sede o como miembro de la Escuela; no todos son elegidos; los elegidos no deben esperar de la Escuela la solución de sus problemas personales -para eso cada uno debe hacer su solicitud de análisis y en ese marco trabajar. La Escuela solo garantiza que el trabajo que un miembro realice será justamente reconocido. Las Sedes pueden hacer lo mismo por sus socios. A cambio, se exige lealtad institucional (affectio societatis), que no está en relación al afecto entre los componentes de un grupo -algo estrictamente personal- sino a la institución y al trabajo que en ella se realiza.

Si alguien se siente en desacuerdo, e incapaz de resolverlo, el camino sensato es salir de la institución tan libremente como entró.

Asumir esta decisión no implica, en ningún caso, renunciar al psicoanálisis sino buscar una salida subjetiva y propia.

Uno puede optar por poner a trabajar su síntoma para la Escuela o la Sede, lo que sería sumar, o ponerse en discordia, pelea, batallas de prestigio, etc. y apostar por dividir.

«El psicoanálisis es sin Sede» nos escribió Laurent para el día de la inauguración de nuestra sede, el Centro Lacan.

¿Qué podemos deducir de esta afirmación?

Lo primero que se me ocurre es que si el psicoanálisis debe pervivir no lo será por los efectos de grupo de los analistas, sino por los efectos del análisis en los analizantes. Esto es, y repito que es mi ocurrencia, solo mientras haya analizantes -sean o no analistas en el futuro- el análisis existirá, pues significará que el psicoanálisis se inscribe en la civilización como un discurso encarnado y no como un discurso académico.

Segundo: cada Sede  -que generará sus propios efectos de grupo- debe saber zafarse de la confortabilidad de los mismos; evitar encerrarse en si misma y abrirse a lo social.

Esta actitud servirá de vacuna para la otra cara de la moneda: las inevitables rivalidades en el seno de los grupos. Abrirse permite diluir los lazos sociales intragrupo y la tentación del encierro en si mismos.

Tercero: que la Sede es un instrumento particular -administrativo, institucional, metodológico, etc.- del universal que pretende ser la Escuela Una.

Por eso la ELP también debe ser considerada en este mismo contexto como una herramienta al servicio de la difusión del psicoanálisis, pero no como un saber teórico, académico, sino vivo.

El saber que se constituye en la Escuela Una no es un saber acabado, si no un interrogante continuo sobre la peculiarísima situación que es el acto analítico; la no-relación que se establece entre analizante y analista, tan extraña al lazo social. Por la vía del analizante se abre la pregunta sobre su inconsciente, sobre su psicoanálisis.

Por la vía del analista, que fue analizante, se abre la vía sobre qué es un analista, como -si me permitís- agente del psicoanálisis.

Las respuestas que se puedan construir por estas vías no serán teóricas, aunque puedan incorporarse al cuerpo de doctrina que es el psicoanálisis, sino que suscitarán nuevos interrogantes sobre la esencia misma del acto analítico, sobre la experiencia subjetiva y sobre como transmitirla.

Cómo cada experiencia única e irrepetible hace lazo en el saber, siempre imposible de alcanzar como completo. La renuncia a este tipo de saber, propio de la ciencia y la tecnología, implica aprender a vivir con la propia división subjetiva.

            Algo no funcionó -no fui capaz, en lo que a mí respecta- y más desde los efectos de grupo que desde el análisis de nuestra Comunidad como síntoma. Perdimos/extrañamos a uno de nuestros socios. Él y nosotros en lo imaginario de los efectos de grupo.

No pretendo con esto juzgar el hecho concreto, ni hacer recaer sobre nadie responsabilidad alguna. Destaco que no traté/tratamos como síntoma de nuestra Escuela lo que estaba en juego. Las dinámicas del grupo prevalecieron y continuaron la misma dinámica en el periodo bianual siguiente, en el que el problema generado por la persona al frente de la Dirección, tampoco fue analizado como síntoma de nuestra institución, pues más allá de la clara locura personal y subjetiva de la persona en cuestión, no vimos uno de los lugares a lo que esa locura apuntaba, que era la defección hacia la Escuela que casi todos mostrábamos al ser una minoría quienes asistíamos a las reuniones de Escuela, que tenían como dificultad añadida el celebrarse tras el espacio del SCF.

El trabajo de Antonio García Cenador, quien a propuesta de Pablo Villate aceptó terminar esa permutación y las reuniones que mantuvimos tanto entre nosotros, como con invitados de la Escuela, aligeraron las cargas imaginarias -a mi entender- y entreabrieron el camino a una reconstitución de nuestra Comunidad. Por más que nos costó la defección de varios socios, probablemente en transferencia distinta a la del psicoanálisis como tal. Para mí, otro de los síntomas de nuestra Comunidad.

En esa tesitura yo ya me había ofrecido para asumir, junto con Pablo Villate, la siguiente permutación, esta vez desde el deseo y compromiso de mantener un espacio psicoanalítico en nuestra tierra, más allá del que, repito, muy exitosamente ocupaba el SCF, pero con distinta orientación.

Y llegó 2019. Hicimos pocas reuniones, quizás dos -lo cual solo puede achacarse a mis tiempos sintomáticos- sirvieron, sin embargo para mantener unas conversaciones en las que volvía a florecer la esperanza y las ganas de trabajar bajo el lema “con nuestros tiempos y posibilidades” no alienándose a la demanda exigente e infinita, nos parecía, de la ELP. Hubo ausencias significativas en estas reuniones de Espacio Escuela, que no juzgo desde lo personal, pero sí en sus efectos tanto institucionales como de Escuela.

Mientras tanto, la nueva Dirección de la ELP presidida por Oscar Ventura, secundado por Patricia Tassara (Tesorera) y Silvia Nieto (Secretaria), y en pos de una idea propuesta por el Presidente, propuso algo inédito hasta ahora en la ELP: poner en marcha las “Noches del Directorio Ampliado”, acudiendo el mismo a las distintas Sedes, para tener un conocimiento más próximo de las dificultades, inquietudes, peticiones de las mismas, haciendo que la noción de periferia -y por ende lejanía- se diluyera, siendo, además, el reflejo de la situación autonómica de nuestro Estado, con sus peculiaridades, que tanto distan de la centralidad, por ejemplo, de la ECF, como tanto señala -y creo que con razón- Ricardo Rubio, entonces Director de la Comunidad de Valencia.

Este hacer me tenía un poco amedrentado por tanto viaje (cuatro al año, sino recuerdo mal) y por mi sensación personal de extrañamiento -a tenor de alguna experiencia esporádica en anteriores DA, como sustituto, y que me parecieron un tribunal sumarísimo- y también porque en lo que esbocé en el párrafo anterior me sentía  muy solo y algo inhibido, pues en mí también funcionaban los efectos de grupo de nuestro pequeño lugar, en relación a lo que a mí, me parecían defecciones de la idea que impulsó el nacimiento y la lucha por conseguir existir como Comunidad con voz propia, y que siempre había sostenido y nos había impulsado a ello, Fernando Martín Aduriz, sin quien creo que nunca hubiera sido posible. Pero también, en mi solicitud de que se hiciera a un lado, estaba la ilusión, más que proyecto, de que su figura, tal idealmente imaginarizada -con los efectos que ello conlleva- abriera el camino hacia la participación uno a uno. De ahí, abandonar por mi parte la exigencia de la demanda -mayoritariamente expuesta desde la ELP; pienso -ahora- que la imposición era en gran medida algo de nuestro síntoma, de no aceptar límites -y por lo tanto explicitarlos- volcándolos en la queja. Hacer lo que nos sea posible, y para eso tiene que implicarse cada uno en su medida- será traspasar el síntoma.

Mi “invento” -por llamarlo de alguna manera- en esas pocas reuniones fue “proponer” frente a demandar. Con la intención de hacer posible abrir un campo al deseo de cada sujeto; un lugar que diera paso al acto, dentro de lo institucionalmente admisible, del uno a uno, dando por evidente la lentitud, inhibición o cualesquiera otros avatares que hicieran propicio un acto, cualesquiera desde un uno.

Intentar no dejar fuera a nadie, salvo que quisiera estar fuera. Trabajar la transferencia al trabajo de Escuela, causa de la misma, más allá de la transferencia al propio análisis (en la red están colgados los trabajos sobre el trabajo de Escuela en el sentido que indico. Al final, os ofrezco el mío).

Debo decir honradamente que no prospero, porque mi trabajo no fue lo suficientemente intenso (las causas las guardo, de momento, para mi; en todo caso, no se trataba, ni trata de fingida incapacidad, ni insuficiencia. Era, es, del orden de la inhibición. Y, “hasta aquí puedo leer”).

En esa intención de no dejar a nadie fuera y de ampliar la base de la nuestra Comunidad, en la reunión del DA de enero de 2020, quise medir nuestras “fuerzas” en dos sentidos: convocar exclusivamente a los socios y miembros de nuestra Comunidad y a los participantes del SCF (no abrirla al público general, en la parte que hubiera podido corresponder) e invitar a Fernando Martín Adúriz a hablar críticamente desde nuestra Comunidad, a la dirección de la ELP, expresando libremente su opinión. Acudimos pocos asistentes, y esto es algo a reflexionar por cada uno de nosotros y que ya tenía un precedente en una noche/cena en León a la que acudía como invitado el entonces Presidente de la ELP, Santiago Castellanos.

Sin embargo, y sin matices, al DA le pareció una conversación valiosa y enriquecedora. Tanto, que para seguir apoyando a nuestra Comunidad para que pudiera abandonar la posición de -diría yo- “fragilidad”- Oscar Ventura y el DA se ofrecieron a realizar una actividad más en nuestra Comunidad. Tuvimos el extraño honor de ser la última actividad presencial, porque el real de la COVID-19 arrasó con lo cotidiano.

Si antes me encontraba solo, reitero que salvo el apoyo como miembro de la junta de Pablo Villate, ahora estaba tan perdido como el que más. Solo tuve arrestos para sostener la representación de nuestra Comunidad en este nuevo mundo virtual, que a mí me resultaba tan extraño. Estuve en todas las reuniones del DA virtuales o telemáticas del DA (no estoy seguro de que término aplicar, aunque algo digo en mi intervención del DA del DA en Andalucía, al final de este artículo). Debo decir que tras el empuje de Oscar Ventura, frecuentes y de larga duración, prolongándose habitualmente hasta pasada la medianoche. Esto no es una queja, pero si el reflejo de un agotamiento personal. Aposté estar presente en cada actividad del DA, aunque ya no fuera presencial. Creo que había que “estar”, término que durante meses sonaba a artificio.

Me hago responsable de no haber contactado con nuestra Comunidad y transmitir algo de lo que estaba pasando. Me conformé con lo que llegaba por las redes de la ELP. Así que mi “presencia”, acompañada como ya he expuesto, es lo único que puse en juego para sostener nuestra existencia. Queda para otro momento, alrededor de una mesa con buenas comida y bebida, hablar con los que estén interesados de ese periodo.

Ha este periodo solo añadir el dolor/alivio, que con ayuda de José Manuel, Soraya y Pablo, supuso tener que prescindir de nuestro hermoso local, imposible de sostener materialmente. ¿Qué dudoso honor inaugurarlo y cerrarlo como Director! ¿Cuántas obsesivas fantasías de que me tocara la lotería (y juro que la compraba), para asegurar su permanencia (disculpad esta digresión fantasmática).

A modo de conclusión, siempre (afortunadamente) inconclusa:

El tono y estilo de este artículo es el mío propio, claro está. No soy para nada académico y si me irrogo un artificial academicismo, no solo sueno al otro me escucha como impostado -es mi experiencia- sino que también duermo a las marmotas.

Escribo, pues, desde mi ser de analizante y “psicoanalista clínico” (practicante); desde la reflexión pausada y en mis tiempos -ya no sentida como procrastinada- y desde el afecto, siempre ambiguo y estructurado en pares antitéticos. A nuestra Comunidad y a sus integrantes.

Habló, por tanto desde mi; sin el apoyo explícito de citas, no en base a erudición alguna.

Este es mi relato de estos tiempos, que me ha costado semanas reconstruir en mi memoria, porque si algo he aprendido de estos tiempos sin tiempo, es que el tiempo subjetivo, humano, deviene de los afectos, que marcan un ahora y un devenir sobre una línea, no física, del discurrir. Si algo no fluye, el afecto que es la fijación en el transcurrir, no tiene donde hacer el Nachträglichkeit.

Añadir que mi experiencia en este último DA ha sido gratificante, acompañada y afectiva. Que apuesto por ese modelo de la “trashumancia” por las distintas Sedes y la participación de los miembros y socios de cada una. De buscar los mecanismos de que esas reuniones puedan mantenerse en lo local y a la vez en lo universal que promueve la telemática. Que seamos capaces de conjugar lo virtual con lo corporal (teniendo en cuenta que lo corporal tanto imaginario como simbólico, no está exento de virtualidad).

Asimismo, agradezco y siento todo lo que con los compañeros del DA anterior he aprendido e interiorizado de la Escuela y, con todos los claroscuros, titubeos y, posiblemente errores, siento que atravesar el desierto pandémico por mi parte, fue mucho menos dificultoso y llevadero a su lado, explorando una ignorancia inédita y más real que nunca.

Para finalizar he añadido como apéndices, las dos intervenciones públicas que tuve como Director en el periodo 2019-2020.

No tienen gran cosa de especial. Tienen la peculiaridad de haber sido escrita una poco antes del confinamiento y la otra en plenas restricciones de la pandemia.

Pero quiero que se incluyan en nuestra revista de la Comunidad de la ELP de Castilla y León, más entrañable para mi, que los espacios digitales de la Escuela donde ya están publicadas.

Apéndice

Querer una Comunidad, desear la Escuela

Noches del Directorio Ampliado

Comunidad de Castilla y León de la ELP

18 de enero de 2020

Propuse el título para estas jornadas de “Deseo de Escuela” para abrir un debate en nuestra Comunidad -apoyado en la iniciativa de Directorio Ampliado- sobre este indispensable sostén para la viabilidad de la ELP en Castilla y León, esto es, el lugar en el que intentar responder a la pregunta sobre qué es un analista. Lugar donde el saber no está asegurado, pues la Escuela es fundada por Lacan con el supuesto de que “el psicoanalista”, al modo que la IPA proponía, no podía ser definido de una manera universal, sino desde el uno a uno; desde los efectos que un psicoanálisis ejerce para que alguien de el paso de analizante a analista. No se trata por tanto de estandarizar la figura del analista, a modo de titulación académica, sino de investigar los efectos de un psicoanálisis llevado a término y dar el paso a ser reconocido como analista por la Escuela: los AE, cuyo testimonio al respecto es una investigación sobre ese agujero instituido por Lacan que es el interrogante sobre ¿qué es un psicoanalista?.

Por otra parte, el título de este trabajo quiere hacer referencia a la diferencia que supone tener el reconocimiento de Comunidad dentro de la ELP y hacer vivo el deseo de Escuela, en cada uno de sus miembros y socios.

Un poco de historia: propia y nuestra

Personalmente, he vivido la andadura del movimiento del psicoanálisis en Castilla y León desde sus inicios como GEP-CyL, sino recuerdo mal en 1999, justo después de la crisis del 98.

José María Álvarez y Fernando Martín Aduriz venían consternados por aquella ruptura. Su respuesta fue crear un grupo que hiciera posible la reunión alrededor del psicoanálisis, para difundirlo y extenderlo por nuestras tierras. Reunir a los psicoanalistas dispersos al calor del saber y la transferencia al psicoanálisis.

Fui uno de los invitados y me adherí al movimiento con la curiosidad de aprender y estar al lado de compañeros. Fueron años en los que fui descubriendo a Lacan, que para mí era prácticamente un desconocido. Ocupé los cargos institucionales correspondientes, pero -sobre todo- estar en el grupo fue la última espuela para decidirme a iniciar mi análisis junto al síntoma que me habitaba y angustiaba. La espuela, la medio verdad necesaria para decidirme, saltó al pedirme que presentara un caso, que diera la cara, lo que hizo que mi angustia se disparara y me preguntara como iba a hablar delante de analistas sin estar en análisis.

Pero el GEP se quedaba pequeño, aislado. Así en el 2004 empezó la andadura del ICF en Castilla y León.

En 2005, en León, se creó la Sede Administrativo Diversa de Castilla y León; era el paso natural para seguir saliendo del terruño. Para mí no fue fácil, esta vez, unirme a la iniciativa. Lo lacaniano, fuera del saber, me seguía resonando como algo sectario. Pero una vez más, mi transferencia con los compañeros y el psicoanálisis me decidió a solicitar la entrada como socio; creo, de hecho, que fui el último en hacerlo. Para mi sorpresa me estaban esperando.

Nos adscribieron a esa Comunidad Administrativa Diversa como paso previo para ser un día Comunidad como el resto. Hacíamos jornadas. Aprovechando las reuniones del ICF, pues muchos teníamos que viajar, nos reuníamos muy tempranamente antes del Seminario, en Palencia y luego, alrededor de una mesa cenando. Buenos tiempos.

Nuevamente una charla con mis compañeros miembros. Me animaban a solicitar la entrada como tal; yo lo tomé como una demanda a la que plegarme, medio negándome la envidia que fluía por mi cuando se reunían por su cuenta y también el halago narcisista del reconocimiento; yo quería estar, pero no sabía muy bien por qué. De hecho, como socio trabajaba lo mismo que un miembro desde siempre; no había ninguna ventaja en dejar la comodidad de ser un simple socio; solo lo sintomático que relato y que ha ido fluyendo a lo largo de mi análisis y de mis reflexiones me empujaban. Poco después me autoricé para iniciar mi práctica como psicoanalista, en el recorrido de mi análisis. Ya bastaba de decir, de agazaparse; había que ponerse a ello.

Bajo la Presidencia de Carmen Cuñat (2010-2012), conseguimos ser reconocidos como Comunidad propia, sobre todo merced al esfuerzo de Fernando Martín Aduriz, y en octubre del 2015, como ya sabéis, se inauguró una sede física en Valladolid. Se hizo un buen trabajo de extensión en la ciudad y había proyectos. Luego llegaron las dificultades y la crisis por todos conocidas y que hemos tratado en distintas reuniones bajo la dirección de Antonio Gª Cenador y la mía propia. Y hasta aquí el recuerdo.

¿Y el futuro?

Ser una Comunidad con entidad e identidad propia de la Escuela está más en el automatón de lo administrativo, de lo institucional. Nos da voz.

Tener una sede es tener un sitio, pero hay que construir un lugar. Cito a Patricia Tassara, citando a Miller: “En su curso “Le lieu et le lien”, Jaques Alain Miller, da algunas puntuaciones respecto de la diferencia entre sitio y lugar. Nos dirá que el sitio es aquello que puede ser disputado, aquello ligado a ‘un’ elemento que allí se inscribe mientras que el lugar es el ‘barullo’, es lo que hace sitio al barullo. Según esta lógica el lugar puede hacer sitio al enredo, a la confusión, al desorden, al embrollarse en tanto embarullarse”.

Creo que tenemos el sitio -Comunidad, Sede, local- pero que no hemos construido el lugar.

Atosigados por factores inherentes a nuestra particularidad (dispersión geográfica de los miembros y socios; distancias kilométricas, etc.), pero también por la demanda constante de la Escuela -lo que es su razón de ser- y la sensación de estar “especialmente” bajo el escrutinio de los órganos de dirección de la Escuela.

Este entrecomillado especialmente creo que forma parte de nuestro síntoma como Escuela en Castilla y León. Por ejemplo, hay una queja justificada -y no solo propia de nuestra Comunidad- sobre el bajo nombramiento de miembros; creo que yo fui el último hace 10 años; pero no deja de ser también cierto, si la memoria no me falla, que solo tres socios han pedido en este tiempo su admisión como miembros. Algo no funciona a nivel del deseo de Escuela en nuestra Comunidad, porque si bien nadie puede ser empujado a la toma de esta decisión, que es estrictamente personal y subjetiva, y que no todos pueden querer o poder serlo, algo hace que no fluya este deseo. 

Como nos decía Lierne Irizar en Bilbao, “para causar deseo DE Escuela, ha de circular EN la Escuela”.

A nivel personal creo que podría inscribirlo en esa inercia de no reconocer lo propio, el deseo, en algo que sin embargo he elegido. Que no asuste tanto el barullo que pasa por aceptar los goces de cada uno. No solo trabajar por la difusión del psicoanálisis, porque sea visible y no sea arrumbado por las mareas de los tiempos que corren.

Es preciso un trabajo en intensión, el singular, solitario y propio que luego se articula con el grupo. Es el síntoma de cada uno, su deseo y su goce, el que hay que hay que poner en juego para trabajar en la Escuela y en ello siempre se está solo, aunque acompañado, sin subsumirse en la colectividad.

Yo he tardado en empezar a entenderlo; aún no lo entiendo; sigo digiriéndolo.

También tendremos que abrirnos más invitando a más AE, a otras Comunidades, y lo que se nos ocurra. Trabajar no tan solo al son de la demanda, a la que en ocasiones tendremos que acotar a tenor de nuestras fuerzas y medios, pero con la seguridad de que en lo que hagamos pondremos todo nuestro empeño. Intentar la cartelización, como modelo del trabajo propio junto a otros.

Para esto no hay que partir del grupo por gratificante e ineludible que nos resulte, sino de la propia iniciativa. Como os dije en la inauguración de esta sede, remedando a JFK, qué puedo yo dar a la Escuela y no que me puede dar la Escuela a mí; porque la Escuela no solo demanda, también da, pero no es sin el riesgo propio lo que de ella se puede recibir.

Quiero terminar mi intervención con unas pocas palabras respecto al Seminario del Campo Freudiano en nuestra región. Realmente es exitoso, en modo alguno enemigo. ELP e ICF son instituciones del Campo Freudiano. Pero se dirigen a distintos objetivos: el ICF se encarga de la formación teórica, académica si se quiere, sobre el psicoanálisis. La Escuela, fundamentada en el mecanismo del pase inventado por Lacan, se interroga sobre la clínica bajo transferencia y sobre qué efectos produce un psicoanálisis y como se produce eso que es el paso de un analizante a analista.

Por eso invité a los participantes del SCF-CyL. Para que vieran la diferencia. Para que si así lo desean desde su análisis y su deseo de ser analistas, si procede, ofrecerles el lugar para ello en nuestra Comunidad.

Se agradecería ser preguntones.

Transferencia de trabajo: de lo presencial a lo virtual

¿Qué hay de nuevo, viejo?

Noches del Directorio Ampliado

Comunidad de Andalucía de la ELP

5 de junio de 2020

Estamos hoy aquí, así reunidos al socaire del vendaval COVID, que sin duda marcará nuestras vidas tanto por lo sucedido como por lo que vendrá. Si advendrá algo nuevo o retornará lo de “siempre” o simplemente algo distinto, mezcla de ambos, está por ver.

En nuestra experiencia analítica, hemos sufrido la “separación de los cuerpos”, tanto en el acto analítico en si, como en la transmisión institucional de la Escuela y está en juego pensar y actuar en este tránsito de lo presencial a lo virtual.

Haré una mínima reflexión personal y práctica, un esbozo, pues nada tengo que añadir al trabajo epistémico de mis compañeras de mesa.

Esta virtualidad impuesta, está lejos de la simple transposición del mundo a los sitios de internet (blogs, conferencias en Youtube, repositorios on line, etc.), que manejamos desde hace tiempo con provecho. Es algo distintoNi siquiera estoy seguro si este adjetivo lo utilizamos en su justa acepción. Si consultamos el Diccionario de la RAE nos da tres definiciones:

1. Que tiene virtud para producir un efecto, aunque no lo produce de presente, frecuentemente en oposición a efectivo o real.

2. adj. Implícito, tácito.

3. adj. Fís. Que tiene existencia aparente y no real.

Si nos remitimos al último significado, por más que el real de la física y el del análisis sean dispares, nos situaríamos en la lógica de la “reunión de los cuerpos”, si se me permite decirlo así, para avalar el trabajo de transferencia en la Escuela en la forma habitual hasta ahora. Pero si atendemos al primer significado, que tiene virtud para producir un efecto, aunque no lo produce de presente […],encontramos un camino.

Lo que no sirve para el trabajo de la transferencia sin la presencia del cuerpo como nos recuerda Gil Caroz en su trabajo “Recordar el psicoanálisis” o Estela Solano en “Tele-sesión”, si puede servir a la transferencia de trabajo en la Escuela: virtud para producir un efecto, aunque no en el momento presente.

El acontecimiento del cuerpo en las reuniones presenciales de los distintos trabajos y eventos de Escuela, con la expresión del deseo materializada en el viaje, el lugar, etc., no debe hacernos no ver que tras todo ello hay una decisión y un acto que se toma a nivel subjetivo, de deseo; tanto como con el apretar el botón de “unirse a una reunión de zoom”.

Constatamos como gente que lleva apartada de las reuniones, de los locales, e, incluso de las Sedes, se asoman a esta ventana nueva para nuestro mundillo psicoanalítico, de las videoconferencias múltiples. Yo he constatado este efecto en nuestra Comunidad, y me consta que sucede también en otras.

Aunque está por ver a qué se debe, qué se oculta tras el fenómeno, qué conmueve y qué efectos tendrá a nivel del uno a uno y el reflejo de los mismos en el trabajo de Escuela: tanto a nivel de cada Comunidad, como de la Escuela Una.

Mirar, comprender, decidir; y el DA ha decidido, razón por la que se celebra esta reunión.

Experiencial. Algo de lo que tomar nota y volcar en un saber.

Mi parecer es que es un camino que hay que recorrer, que no deberíamos abandonar por las posibilidades que nos abre, pero que también hay que puntuar a la buena manera, a la nuestra.Construir sobre ello, porque los tiempos lo solicitan.

Nuestros tiempos y no solo los tiempos de emergencia. Sin olvidar en ningún momento que no es más que una herramienta, la virtualidad, un complemento de los encuentros físicos. ¿Qué nos puede aportar? Se me ocurren:

1.- Facilitar la participación en jornadas, congresos, conferencias, etc. Estar en ausencia del cuerpo, pero no del sujeto.

2.- El trabajo de los cárteles pienso que se vería favorecido, al permitir que para la constitución de los mismos se pueda elegir entre más que los miembros de una única Sede. Lo que puede ser vital para las Sedes pequeñas como la que represento.

3.- Ampliar (salir de) lo local de una manera que no venga solo marcada por los hitos de los eventos. En este ámbito, atenuaría los efectos grupales.

4.- Explorar (inventar) nuevos ámbitos de lazo y trabajo que no sean una mera transposición de la realidad a la herramienta virtual.

5.- Mostrar la Escuela al mundo, con los límites y garantías que estimemos oportuno.

Pero es evidente que también plantea problemas, que pueden tratarse como riesgos, como imposibilidades o como oportunidades. Dependerá de nuestro enfoque. Entre otros:

1.- Confundir la herramienta con el fin, esto es, que todo se quiera virtual. Lo que conduciría a que  la Escuela se virtualice, se descoporeice, pierda la esencia del encuentro de los cuerpos.

2.- Que, al igual que en lo presencial, el deseo de cada uno se elida, se desvanezca, aunque sospecho que con mayor velocidad de degradación.

3.- Que el esfuerzo sea inútil, porque no produzca efectos.

4.- Que lo epistémico y la producción de la Escuela se circunscriban a dar cuenta de lo virtual.

5.- Que la herramienta, creada para el universal, diluya nuestra necesaria marginalidad.

Sin duda, por fuerza mayor, tendremos que desarrollar instrumentos, relaciones, formas de hacer en este campo, o corremos el riesgo de que el tsunami nos arrolle.

Si el psicoanálisis, al menos de inspiración lacaniana persiste, es por su capacidad para leer los tiempos en que se inscribe.

Y eso está en el corazón de la Escuela.

Bibliografía (virtual, por supuesto)

Recordar el psicoanálisis

Por Gil Caroz  https://elp.org.es/author/gil-caroz/

12 mayo, 2020

Tele-sesión

Por Esthela Solano-Suárez https://elp.org.es/author/esthela-solano-suarez/

13 mayo, 2020

NB: a modo de anécdota os diré que está intervención la escribí al límite de entregarla. Lo hice en mi despacho, y cuando la acabé, estaba ciertamente satisfecho. Eran casi las dos y media de la madrugada. Salí contento, sobre las tres, y al ir a llamar al ascensor, recuerdo que hace horas que ha pasado el toque de queda existente. Ramalazo de angustia y pensar que escribir sobre análisis, que tanto cuesta, borra otros límites de lo real. A modo de reflexión personal.


[1] Roberto Martínez de Benito es Psiquiatra en León y Psicoanalista miembro de la ELP y de la AMP.