Análisis 37,  Andrea Torres

Lo que las películas infantiles nos quieren decir:

el cambio en el discurso moderno

Andrea Torres [1]

El cine, al igual que otras formas de arte, ha sido un íntimo aliado del psicoanálisis en el camino del estudio del inconsciente al presentar una capacidad de proyectar los anhelos y tensiones subyacentes de la psique. Su forma lúdica y simbólica nos permite adentrarnos en territorios profundos e inaccesibles, siendo un espejo dinámico en el que podemos proyectarnos y tener una conversación adornada con significantes plasmados en los personajes y una cadena sucesiva de eventos con las que cada persona puede identificarse en alguna medida.

Ya autores como Jean-Louis Baudry (1975) o Elizabeth Cowie (2003) han relacionado el ver una película con los sueños y la ensoñación. Aunque estemos en vigilia, al ver una película nos encontramos en un estado de tranquilidad y atención focalizada, inmersos en los estímulos audiovisuales que se nos presentan y haciendo el esfuerzo de darles sentido. Al igual que en los sueños, la película ofrece una representación simbólica y con ella, el desafío de las barreras de la censura. Esta inmersión y su reacción subsecuente conlleva a una serie de reflexiones que revelan los deseos y conflictos inconscientes, despertados por el poder evocativo de las imágenes y las narrativas fílmicas.

En la consulta, es más fácil para algunas personas hablar de películas y sus experiencias emocionales relacionadas a ellas que hablar de sus propios sueños y adentrarse a su respectivo análisis. Al ser algo que le ha pasado a Otro, ese personaje simbólico visto en la película, la conflictiva parece ser mucho más fácil de poner en palabras y ser explorada sin una percepción de amenaza por parte de las emociones profundas o dilemas personales. No es casual que las ensoñaciones estén cargadas de elementos comunes del mundo cinematográfico, al mismo tiempo que el lenguaje simbólico del cine refleja y se nutre de las ensoñaciones de sus creadores. Ya David Puttnam advertía de la responsabilidad que tiene un director, no sólo por cómo elige representar lo Real, sino por la influencia que luego tienen las películas en lo Imaginario de la sociedad.

A pesar de la diversidad de géneros en el universo cinematográfico destinados a público adulto, no es casual que el que más ha mostrado un cambio de discurso es precisamente el género infantil, destinado no sólo a niños sino a todo público y el que tiene una gran responsabilidad como Puttnam hablaba. Los niños se vinculan con las películas de una forma mucho más íntima, más indiferenciada y estas, al igual que el juego, permiten al niño comunicarse y simbolizar su mundo interno. En el pasado, el discurso de estas películas era mucho más simple, adaptándose a estereotipos de la época en los que el rol femenino era pasivo y servicial y el rol masculino era heroico e inquebrantable. Los argumentos eran mucho más simplistas y había un “malo muy malo” y un “bueno muy bueno”.

Esta simplicidad con la que se comenzó la animación es como mínimo curiosa, teniendo en cuenta que estas las películas iniciales siempre han estado inspiradas en cuentos con un trasfondo mucho más trágico y oscuro, por lo que ha llevado un trabajo del director el suavizar este tono en el momento en el que son llevadas a la Gran Pantalla por empresas como Disney. Los temas polémicos de los cuentos tradicionales, como que los cuervos le quitaran los ojos a la madrastra de Cenicienta o que la bruja le cortara la lengua a La Sirenita, han sido censurados para poder llegar a un público infantil, dando lugar a un cambio en el discurso inicial de estas historias, influenciando así la formación del imaginario infantil y su comprensión de la realidad. Los mensajes o morales que traían consigo dichos cuentos ya no estaban siendo representados en la historia narrada en la Gran Pantalla. En casos como “La Sirenita”, el mensaje fue completamente anulado en su representación fílmica.

Dicho esto, notamos cómo los temas recurrentes de las películas de animación se centraban en la obediencia y castigo, amor a primera vista, con una visión simplista de las relaciones interpersonales y una concepción de bien y mal bastante delimitada, pudiendo darnos pista de un reflejo de las necesidades de la sociedad Occidental post guerra que ansiaba la evitación de los conflictos o una “solución mágica” a ellos. Estas representaciones en el cine infantil nos mostraban una dinámica entre el “Moi» /“Yo”/ y el “Je” /“Yo Ideal”/, donde la representación simbólica de la identidad y el cambio en las normas culturales se entrelazaban con la búsqueda de una identidad idealizada e inalcanzable. No fue sino hasta 1991 con La Bella y la Bestia que hubo un cambio en el estilo de presentación de los protagonistas, introduciendo un concepto de mujer con inquietudes intelectuales y un concepto de hombre incompleto, dando pie a la elaboración de un argumento central con mayor complejidad y desafiando las nociones de identidad tradicionales.

Sin embargo, el cambio radical en las películas de animación fue justo en la emergencia de Dreamworks, convirtiéndose en una verdadera competencia para Disney, más concretamente tras el éxito de la película “Shrek”, que desafiaba y ridiculizaba los argumentos tradicionales y los roles estereotípicos que se habían presentado hasta el momento. “Shrek” plantea un cambio de escenario, da voz a los antagonistas y muestra las imperfecciones de los protagonistas, rompiendo con las expectativas del espectador y trayendo consigo un reflejo del cambio de estructura social que estaba siendo presente en la época de los 2000. Esto dio cabida al desarrollo posterior de películas en las que no existía una familia tradicional, como en el caso de “Lilo y Stitch” en el 2002, en el que una hermana mayor tiene que hacer la labor de madre soltera con su hermana menor; la inclusión de una princesa afroamericana con “Tiana y el sapo” en el 2009, que pudo obtener éxito a través del trabajo y no de una forma mágica; o “Enredados” en el 2010, en la que se pone de manifiesto la desobediencia y el rechazo a la Ley (en el caso de Enredados, representada por la “Madre”) para poder tener un sano desarrollo de la individualidad y las relaciones interpersonales. Ya las princesas empiezan a dejar de ser mujeres del hogar que están buscando un príncipe, ese encuentro con el Otro que es lo que les permite ser princesas, sino se adentran a una búsqueda de su identidad, profundizando en sus conflictos personales. Esto hasta ha sido satirizado en la película Frozen con la frase de “No puedes casarte con un hombre que acabas de conocer”.

Además de la reivindicación de la imagen femenina, en los últimos 10 años se ha comenzado a tocar temas relevantes a la reconfiguración de la sociedad, generando una polémica en torno a este cambio del discurso y esta evolución natural en la representación simbólica del séptimo arte. Ha habido fuertes críticas a películas como “Red” en el 2022 por representar los cambios en la pubertad femenina, entre ellos la alegoría a la menarquia o el inicio del deseo femenino. Otra gran crítica ha sido a la película “Mundo Extraño” en el 2022, que fue prohibida en distintos países y recibió sólo una escasa publicidad por contener un personaje principal con interés homosexual. La más reciente y famosa ha sido “Lightyear”, del 2023, por su conocido beso entre dos mujeres. Dichas películas han representado elementos que trasgreden una la censura que aún existe no sólo fuera, sino dentro de Occidente, impuesta por valores moralistas que imponer una Ley del Padre arraigada a la resistencia al cambio.

Más allá de las controversias ideológicas que han desatado estas películas, su riqueza en el ámbito psicoterapéutico es innegable. Un elemento común en los últimos 10 años en el discurso ha sido el cuestionamiento de los valores impuestos por el Otro, representado en algunas por la familia y en otras por la sociedad. La citada película “Red” tiene como argumento principal la relación madre-hija, en la que la madre quiere que su hija esconda sus cambios como mujer y se apegue a las tradiciones de su familia, convirtiendo a la personaje principal en una neurótica aplastada por las exigencias de la Ley y llevándola a tener una doble vida, en la que se comporta de una manera con su madre y de otra con sus pares. Este discurso se ve repetido un año después, en la película “Ruby: aventuras de una kraken adolescente”, en la que Dreamworks vuelve a hacer uso del cambio de protagonistas y antagonistas, mostrando cómo una adolescente atraviesa los cambios en su pubertad, dándose cuenta que puede convertirse en un kraken gigante, que al igual que en “Red”, sólo ocurre en las mujeres de la familia. Esta película, además profundiza en las heridas que ocasionan los secretos familiares y el no sentirseaceptado  o insuficiente dentro de la familia.

No es casual que el tema de las presiones familiares, como en las películas citadas anteriormente, al igual que las presiones sociales, que se ven en películas como “Del revés”, “Soul” o “Los tipos malos” sean temas recurrentes en la Gran Pantalla en esta época. Nos encontramos con una generación que ha crecido comparándose fácilmente con otros gracias a la globalización, teniendo la oportunidad de cuestionar sus tradiciones e incluso adquirir otras al conocer la diversidad y, sobre todo, sintiéndose constantemente presionada a cumplir con las crecientes expectativas tanto de su familia como de la sociedad, que muchas veces se contraponen en un conflicto interminable en el que el “Yo” /Moi/ no deja de enfrentar a un “Yo Ideal” /Je/ cambiante.

Así, vemos a princesas guerreras autosuficientes que no muestran ningún interés romántico (como en Brave o Vaiana), un rechazo al mantenimiento de una Ley estática (como en Luca) y el incentivar el autoconocimiento y el cuestionamiento de nuestras decisiones para el desarrollo de nuestro deseo (como puede verse en el desarrollo de los personajes de Soul). Estas representaciones van de la mano con los conflictos más comunes en una consulta psicológica, como el crear vínculos íntimos que permitan crear relaciones significativas, el poder desvincularse de la Ley familiar y cultural para poder fortalecer el “Yo”, o incluso el replanteamiento de las decisiones vocacionales y laborales para poder tomar un camino más cercano a la satisfacción.

Tomando en cuenta los postulados anteriores, las películas representan un recurso y una herramienta poderosa para el quehacer psicoanalítico. No sólo para ser utilizadas en un análisis por el analista o como material del analizado, sino para comprender en qué lugar nos ubicamos frente a un malestar colectivo y en qué lugar puede estarse ubicando el paciente en el momento de evocar ese significante. Lo que nos quieren decir estas películas, más allá de su valor estético y de entretenimiento, nos permite comprender los dilemas psicológicos y emocionales de la sociedad contemporánea. Al interpretar las narrativas simbólicas y las representaciones de identidad en el cine, obtenemos una perspectiva más profunda de los conflictos y las tensiones que subyacen en las complejidades del inconsciente, lo que nos permite abordarlo desde otra perspectiva. Y además de todo lo previamente planteado, podemos disfrutar del proceso lúdico y artístico que nos brinda el mundo del cine infantil.


[1] Psicoterapeuta en Valladolid. Lic. en Psicología (Univ. Católica, Caracas), Experto en Psicoterapia Psicoanalítica (Soc. Psicoanalítica de Caracas), Experto en Terapia de Juegos, Máster en Educación Montessori (Univ. de Barcelona), Máster en Psicopatología y Clínica Psicoanalítica (Univ. de Valladolid). Participante en el SCF de Castilla y León. Socia de la sede de Palencia de la Comunidad de la ELP-CyL.