Ana Victoria Llamas Picorel,  Análisis 37

La palabra asomada al abismo. El lenguaje en el espacio de la nada y la angustia

Ana Victoria Llamas Picorel [1]

El mero hecho de acercarnos a la nada nos produce una vertiginosa disonancia, pues desde el lenguaje, concebir la nada como algo es una paradoja para la mente. Para ello, es preferible desgranarla a través de otro concepto al que está estrechamente ligado, la angustia.

El término angustia proviene del griego ancho, que significa «yo estrangulo». Su sentido etimológico de opresión, estrechez o angostura pasó al latín como ango (Ojea, 2002). Esta ha pervivido en otros idiomas como el francés, que se divide en anxiété y angoisse y, en español en la misma línea, ansiedad y angustia (Sierra, Ortega, & Zubeidat, 2003).

 La diferenciación reside, básicamente, como defienden Sierra, Ortega, & Zubeidat (2003), en que la angustia se toma como una emoción compleja, difusa y desagradable, en la que concurren una serie de síntomas que impiden o limitan la capacidad y voluntariedad en la actuación. Mientras que la ansiedad es la envoltura de la angustia, un síntoma más de ella (Ojea, 2002), y produce un estado de agitación e inquietud por un miedo a una situación futura más o menos probable, al que el individuo trata de encontrar la solución anticipadamente, pues percibe el fenómeno con toda claridad (Sierra, Ortega, & Zubeidat, 2003).

Muchos filósofos se han referido a la nada relacionándola directamente con la angustia. Por ejemplo, Kierkegaard (2008), defiende que la angustia se presenta ante el sujeto en el estado de inocencia y su origen radica en la posibilidad de fallar que no es otra cosa que la sensación vertiginosa que se experimenta ante la libertad. Es, en ese instante, cuando se presiente el límite entre la posibilidad de la libertad y su realidad efectiva (Kierkegaard, 2008). Como concluye él, el puro poder de la libertad genera angustia y es concebido como la nada. Es en este lugar donde se gesta la angustia, esa nada sumergida en la propia existencia del individuo incapaz de alcanzar lo soñado quedando así una nada que no puede hacer más que angustiar al sujeto. “La angustia es, ciertamente, un modo de hundirse en una nada, pero es a la vez la manera de salvarse de esa misma nada que amenaza con aniquilar al hombre angustiado, es decir, una manera de salvarle de lo finito y de todos sus engaños” (Ferrater-Mora, 1964, p. 106).

Será Heidegger el que defenderá en una línea similar a la de Kierkegaard, el carácter revelador de la angustia por la rememoración de aquello ante lo cual la existencia se había angustiado una vez que la angustia había desaparecido: es decir, remite justamente al hecho de que el objeto de la angustia no había sido nada en concreto, era la nada misma la que se había revelado (Heidegger, 2006). En la angustia, uno tiene miedo de todo y de nada a la vez porque nada en particular provoca esa angustia. Todo y nada no son conceptos concretos, por ello, no se consideran objeto de un miedo. Define al “ser” anclado a un existir al cual denomina Dasein o “ser-ahí” o “estar en-el-mundo” un acontecer que se va desarrollando entre el nacimiento y la muerte. El “ser-ahí” ha de asumir su finitud, su vida en el mundo es temporal, marcada siempre por las decisiones del Dasein (Heidegger, 2014). La nada no es para Heidegger la negación de un ente, sino aquello que posibilita el no y la negación.

Pero ¿cómo angustia la propia angustia? El lenguaje permite explicarlo como lo angustioso de la angustia, (Ojea, 2002). La forma en que lo hace es mediante la opresión, la estrechez de la que se hablaba al principio. Y, lo que angustia de la angustia sería lo angustiante, aquello que oprime al sujeto. No remite a un «algo» más o menos concreto, lo que angustia realmente no es el objeto desconocido sino precisamente su desconocimiento, es decir, la nada (Ojea, 2002).

La clínica del vacío describe así la falta de la falta, lo demasiado lleno, estar lleno de nada, de ahí que se le denomine vacío aun cuando contiene algo. Cuando falta la falta se ahoga el deseo y surge la angustia. El estatuto de la falta, que es condición sine qua non del deseo, se presenta modificado en la sociedad como un vacío que el consumo de objetos promete llenar y, es al llenarse, cuando surge la angustia porque falta la falta (Castrillejo, 2013). El deseo jamás se satisface completamente, siempre queda algo vacío para garantizar su prosperidad, por lo tanto, no puede ser reducido al deseo de un objeto (Castrillejo, 2013).

Se asume la característica de lo ilimitado del consumo como premisa para llegar el sujeto a ser completo, por tanto, el vacío se llenará con el consumo ilimitado de objetos y es que lo ilimitado, al no tener fin, jamás podrá completarse, de esta forma, el consumo sin límites nunca podrá completar al individuo por más que se intente (Alvarado, 2018). Nietzsche (2006), ya hablaba de una decadencia “nadificante” cuando el hombre no utilizaba la vida para crecer y desarrollarse, sino que la perdía a favor de un vacío vital lleno de síntomas, que siempre son dirigidos a la negación de la vida en la vida misma. Es decir, una decadencia “nihilizante” de enfermedad para el sujeto y para la sociedad.

La angustia indica el lugar del vacío, de la falta y del deseo. Se debe bordear y conocer este vacío para poder concebirlo y crear desde y con él, pues es la única alternativa para salir del círculo vicioso; saber qué hacer con esa parte del síntoma que deviene innombrable (González-Aja, 2008), y no se puede eliminar porque forma parte inherente del ser del sujeto. Al tapar el vacío con objetos carentes de significados vitales, sin dejar un lugar para la falta, surge la angustia y el deseo cae. La angustia, entonces, se hace mayor remarcando aún más el vacío que se muestra aparentemente lleno, para volver a tapar con más objetos y que la angustia continúe: es el mensaje que el sujeto se niega a escuchar, es un discurso que no se puede hablar porque deja fuera al mismo sujeto.

Este es el resumen de la esencia del lenguaje capitalista, un discurso de continuidad, donde los objetos se toman como los únicos que pueden borrar la insatisfacción del sujeto, presentándose en múltiples formas para ello. De esta manera la sociedad de consumo demuestra que el deseo impuesto no tiene límite, pues el estatuto de la falta, como articulador de subjetividad y creador de deseo, ha caído (Alvarado, 2018). El sujeto no tiene que pedir, no tiene que solicitar lo que desea. Antes de que la falta se instaure y movilice, habrá otro objeto esperando llenar todo atisbo de lenguaje y calmar así la posible demanda.

El deseo, de esta forma, no nace del sujeto, sino que es inscrito por el mercado para gozar ilimitadamente con los productos que ofrece (Alvarado, 2018) ya que la renuncia al goce se interpreta como un ataque hacia a la libertad individual. Acorde con ello, se insta al sujeto a situarse en una posición de libre albedrío, usando los objetos que el mercado le ofrece, donde no hay lugar para el pudor que produce el goce (Castrillejo, 2013). El sujeto de la actualidad es seducido por un vacío que angustia y que solamente se siente calmado ante la devoración consumista y su promesa de completitud (Alvarado, 2018). Esta situación se presenta contradictoria para los individuos; porque en ella el sujeto no puede ser plenamente feliz, pero sin ella no es capaz de sobrevivir, recalca Alvarado (2018). El mercado, como describe el autor, usa la sociedad como altavoz para adoctrinar al individuo en el dogma; solo puedes satisfacer tu demanda con el ultimísimo objeto. Y el individuo, ante el espejismo creado, cae en la burda trampa de seducción mercantilista, adquiriendo el objeto.

La duda o el cuestionamiento han desaparecido para dejar paso a los objetos de consumo. Así la mente no reflexiona, se embota, el sujeto es seducido por los objetos actuales de fácil digestión que le ofrecen tapar (falsamente) cualquier frustración que le genere la vida, relegando al olvido las preguntas y las verdades de cada uno (González-Aja, 2008).

El lenguaje represor se ha diluido, observándose principalmente en la decadencia del significado no que dio lugar al ¿Por qué no? (Alvarado, 2018).  Los síntomas de la sociedad contemporánea no se articulan en torno al deseo inconsciente del sujeto, como ocurría anteriormente en la dialéctica entre represión y retorno de lo reprimido, sino que se configuran en torno a la identidad misma del individuo (Castrillejo, 2013).

La sociedad contemporánea niega la incompletud, la imposibilidad y la prohibición ante la saturación de objetos “deseados”, el sujeto reniega de la frustración, de los límites o del no. Y niega la frustración del acto, no hay acciones irrealizables, se transgreden las normas sociales y éticas establecidas a favor de la libertad total del individuo, aunque puedan ir en contra del propio sujeto en el futuro.

Lacan (2006), conecta la angustia con la noción de deseo y falta. Afirma que la angustia está relacionada con la falta fundamental en el sujeto, vinculada a la estructura del deseo humano. Se relaciona intrínsecamente con la entrada del sujeto en el registro simbólico, que implica la adquisición del lenguaje y el ingreso en la cultura.

En su Seminario X la angustia, habla de dos conceptos muy relacionados con esta problemática social e individual: el pasaje al acto y el acting out. En el pasaje al acto, el sujeto entra brevemente en el ámbito de lo real alejándose de lo simbólico. El sujeto se identifica con el «objeto a», reduciéndose a él y proyectándose fuera de la escena, cayendo. Deja de ser un mero significante representado para otro significante y se identifica con el objeto que ha dejado caer, un significante que escapa a la simbolización. 

En el acting out, la demanda al Otro se lleva a cabo a través de una escena en lugar de mediante palabras. El sujeto, de manera inconsciente, representa una verdad profunda acerca de su propia historia personal. Este acto no es resultado de una reflexión consciente o de una comunicación verbal deliberada, sino más bien una manifestación no intencionada de los conflictos internos que experimenta. En esencia, el acting out se convierte en un vehículo a través del cual el sujeto expresa lo que no puede expresar con palabras, un mensaje cifrado que solo se puede entender a través de la acción.

En contraste, en el pasaje al acto, el sujeto se sume en un estado donde se borra a sí mismo en aras de la acción. No se trata de comunicar un mensaje oculto o de representar una verdad inconsciente sobre su historia, se disuelve en su propia acción, perdiendo su sentido de identidad en el proceso. Es como si el sujeto desapareciera momentáneamente, cediendo todo el espacio a la acción misma.

En ambos casos, el acto es una forma de afrontar la angustia. El goce que se experimenta en el acto proporciona una especie de alivio temporal, una respuesta a la angustia que resulta de la falta de otras formas de conexión o de expresión. En lugar de buscar una comunicación consciente o verbal, el sujeto recurre a estas formas de expresió más primordiales y directas para lidiar con sus conflictos internos y su angustia.

Los padecimientos actuales del ser hablante se emplazan como formaciones de desvinculación del sujeto consigo mismo y, por ende, con el mundo. Porque lo que no es hablado… solo puede dejar paso al acto. En el silencio de lo no expresado yace la importancia capital del lenguaje.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Alvarado, M. (2018). Sujeto del vacío…clínica donde (nada) falta. Errancia la palabra         inconclusa,        17, 1-8. Recuperado de http://www.iztacala.unam.mx/errancia/v17/polieticas_8.html

Castrillejo, M. (2013). Llenos de nada. Errancia la palabra inconclusa, 6, 1-5.            http://www.iztacala.unam.mx/errancia/v6/polieticas.html

Ferrater-Mora, J. (1964). Diccionario de Filosofía (5ª ed., Vol. 2, pp. 1-963). Sudamericana.

González-Aja, C. (2008). El vacío estructurante. NODVS, (26), 1-3.             http://www.scbicf.net/nodus/contingut/nodus_publicats_numero.php?idrevista=40

Heidegger, M. (2006). ¿Qué es Metafísica?. Alianza

Heidegger, M. (2014). El ser y el tiempo (2ª ed.). Fondo de cultura económica.

Kierkegaard, S. (2008). La enfermedad mortal. Trotta.

Lacan, J (2006). Seminario X. La angustia. Paidós.

Nietzsche, F. (2006). El nihilismo europeo. Fragmentos póstumos (otoño, 1887) (E. Nájera, Ed.).    Biblioteca Nueva

Ojea, F. (2002). Angustia y sentido. La nada tiene la palabra. Miguel Gómez Ediciones.

Sierra, J., Ortega, V., & Zubeidat, I. (2003). Ansiedad, angustia y estrés: tres conceptos a   diferenciar. Mal Estar e Subjetividade, 3(1), 10-59.         http://pepsic.bvsalud.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1518-            61482003000100002


[1] Grado en Psicología (USAL), Máster en Psicoanálisis Clínico (USAL), Máster en Bioética (UCV), Postgrado en Criminalística e investigación criminal (USAL), Máster en Psicología General Sanitaria (UDIMA). Natural de Zamora y participante en el SCF de Castilla y León.