Análisis 34,  Antonio García Cenador

La pregunta que navega Las olas: ¿Quién soy?

Virginia Woolf publicó “Las olas” en 1931. De este libro dijo: “es mi primer libro en mi propio estilo”. Vale decir, me doy una identidad, me singularizo dentro del anonimato social.

El libro está estructura temporalmente como un día cósmico, dividido en nueve períodos, desde el amanecer al ocaso. En cada uno describe los efectos de la luz evocando el método de Claude Monet: pintar series del mismo objeto, desde diferentes perspectivas y en horas distintas, captando así los diferentes efectos lumínicos: “La luz incidió en los árboles del jardín, y dio trasparencia a una hoja…El sol dio relieve a los muros de la casa… dejando una azul huella digital de sombra”. (1).

“Como si hubiera olas de oscuridad en el aire, avanzaba la oscuridad, cubriendo casas, colinas, árboles, como las olas del agua lamen los costados de un buque hundido”. (2)

Sobre este fondo pictórico monologan seis personajes, a lo largo del ciclo entero de la vida, desde la infancia hasta la madurez.

¿Quién soy?

Los seis personajes monologan. A pesar de que la autora nos los presenta juntos, en ningún momento hay dialéctica. La autora ocupael lugar del narrador, pero de modo reiterado le asalta la duda sobre su identidad: “¿Quién soy? He hablado de Neville, Bernard, Jinny, Susan, Rhoda y Louis. ¿Sere, acaso, todos ellos a la vez? ¿Soy uno y distinto? No lo sé”. (3)

A lo largo de la obra se reitera la pregunta ¿Quién soy? Y, asociada a ella, esta afirmación: “Hay en mí una deficiencia” (4) y este interrogante: ¿Dónde está la fisura por la que uno vislumbra el desastre?” (5)

Encontramos, además, fenómenos que atañen a trastornos en la imagen del cuerpo: “Rhoda no tiene cuerpo y los otros sí”. (6) “Sola, a menudo me sumo en la nada. He de mover los pies con cautela para no rebasar los límites del mundo y caer en la nada. He de golpear con la mano una dura puerta, para llamarme a mí misma a fin de que pueda entrar en el cuerpo”. (7)

El vestido la unifica y singulariza, pero el uniforme “le ha robado la identidad”. (8).

Necesita tocar objetos duros para captar los límites del cuerpo: “Adquiriré la seguridad al tocar el metal… ahora no puedo hundirme”. (9)

Concluyo con una cita en la que se describe el fenómeno conocido con “as if”: “Ellas, Jinny y Susan, se ríen de veras, se enojan de veras, en tanto que yo he de mirar primero a mi alrededor, y hacer lo que los demás hacen, cuando ya lo han hecho”. (10)

No es descabellado afirmar que V.W. está describiendo fenómenos que la afectan, si tenemos en cuenta que se trata de un texto autobiográfico y que describe impulsada por la necesidad de hacer algo con un real (la muerte de su hermano Thoby) acaecida 25 años antes.

Percival, la defensa contra lo real

Los seis personajes hablan de alguien que está ausente, alguien a quien esperan con ansiedad, alguien que nunca toma la palabra.

Se trata de Percival, la imagen idealizada de Thoby, hermano de Virginia, que murió cuando tenía 24 años. Percival, imagen idealizada, vela el vacío.

En lugar del duelo imposible hay idealización. Percival es un joven bello, erguido, vigoroso, un líder adorado, admirado, un héroe, un dios.

Su ausencia induce fenómenos de desrealización: Pero, sin Percival, no hay solidez. Somos siluetas recortadas, somos hueros fantasmas que se mueven en la niebla sin perspectiva”, (11).

¡Cómo no evocar los hombres hechos a la ligera de Schreber!

Por el contrario, su presencia aporta solidez y orden; pero esta imagen no alcanza. Virginia aborda su ausencia narrando su partida en primer lugar para reconocer, a continuación, que ha muerto: “Percival se mató. Está enterrado”. (12)

Reconocer que ha muerto no implica que se haya producido la separación. Más bien, esta muerte implica la de Virginia: “Estoy harta de lo lindo, estoy harta del recato. Navego en aguas revueltas y me hundiré sin que nadie intente salvarme”. (13)

“No veo obstáculo alguno que nos separe…Aquí, en la frente, llevo el golpe que me di cuando Percival cayó”. (14)

No obstante, concluye aferrándose a la idealización, a la belleza, para defenderse de la atracción de la muerte. “Es la muerte contra la que cabalgo. Lanza en ristre y melena al viento como Percival cuando galopaba en la India. ¡Contra ti me lanzaré, entero e invicto oh Muerte”. (15)

Triunfa en este combate la idealización. De momento a Virginia le sirve el semblante. Aún no se puede decir, en su caso, que la psicosis es el fracaso del semblante.

Por el momento el semblante opera. “(au-père). (16)

Notas

1.- V.W. : Las olas, Fábula- Ed. Lumen. Tuesques, 2010, p.10

2.- V.W.: Ibid. p. 179

3.- V.W.: o c, p. 218

4.- V.W.: o c, p. 64

5.- V.W.: o c, p. 72

6.- V.W.: o c, p. 19

7.- V.W.: o c, p. 35

8.- V.W.: o c, p. 28

9.- V.W.: o c, p. 23

10.- V.W.: o c, p. 35

11.- V. W.: o c, p. 93

12.- V.W.: o c, p. 115

13.- V.W.: o c, p. 121. Virginia Woolf se suicidó abandonándose a las aguas del río Ouse tras haber llenado de piedras los bolsillos de su abrigo.

14.- V.W.: o c, (Ver página 218 donde describe el transitivismo).

15.- V.W.: o c, p. 224

16.- J.- A., Miller: De la naturaleza de los semblantes. Paidós. Buenos Aires, 2002. P. 72.

Antonio García Cenador