Ana Victoria Llamas Picorel,  Análisis 35

La caída al cielo


Ana Victoria Llamas Picorel[1]

Esta catástrofe mundial nos ha dejado a todos en shock. Nos ha mostrado nuestra parte más irracional, la más temida…la más humana.

Anterior a la pandemia, nuestros dolores de cabeza se basaban en complicadas agendas que estaban más llenas en los días futuros que en los presentes, obsesionados siempre con ser felices, con tener la vida que meticulosamente habíamos planeado…todo eso acabó. Se nos cayó la venda de los ojos. De repente, descubrimos que el caos existía, que los gobiernos colapsaban, que la gente se moría sin encontrar una medicación o algo que lo evitase…re-descubrimos que estábamos vivos.

No alcanzo a visualizar la fecha en la que el ser humano se vio a sí mismo como a un Dios y comenzó a sentir al planeta bajo su dominio, pero lo que sí veo ahora es el pedestal desde el que nos hemos caído. 

Esta no es la primera pandemia a la que se enfrenta la humanidad, ni la primera crisis económica.  Ni qué decir que tampoco es la primera vez que mueren millones de personas. De hecho, en las guerras que actualmente están aconteciendo, mueren miles y miles de personas, pero puede que no nos estremezcan al sonar muy lejanas o por la mera costumbre. Además, tenemos un legado histórico que nos debe prevenir, y la ventaja del avance médico y tecnológico frente al de otras épocas. Entonces, ¿por qué lo estamos pasando tan mal?, esa es la reflexión que quiero traer.

Sin eliminar de la escena lo terrible de esta situación a todos los niveles, debemos avanzar en el análisis para desgranar lo que subyace a este hecho tan particular de nuestro siglo. Cuando planificamos días y semanas, o planteamos objetivos muy rígidos otorgándoles una importancia de carácter vital, dejamos en el olvido el disfrute del camino y la vivencia del presente. Eso no importa, hay que lograr más, tener más y hacer más. Durante la Covid-19 los planes se cancelaron, los trabajos se perdieron, muchas vidas se apagaron, y nadie sabía parar esa amenaza invisible. Todo esto, hacía solo unos meses, era completamente impensable.

¿Cómo se iba a desmoronar nuestro perfecto mundo? Cuántas veces hemos oído durante esta pandemia decir: “con lo bien que estábamos y no lo sabíamos”. Seguramente no era tan perfecto como recordamos ahora, pues viajar al pasado para re-experimentarlo en el presente solamente distorsiona la realidad vivida. Antes de la pandemia también había estrés, depresión, problemas laborales, enfermedades, dificultades para llegar a final de mes…y ¿ahora se añora?

Ir contra la naturaleza de nuestra existencia no viviendo en el presente, nos hace más frágiles, porque esa construcción de la realidad no es ni real ni sostenible en el tiempo, estando avocada al fracaso, al colapso y al desplome, como ya ha sucedido.

Poco a poco nos hemos habituado a llevar mascarillas, a ver las cifras de infectados en las noticias y a convivir con el virus. Y es, en ese momento, cuando afloran todo tipo de síntomas, desde físicos a psicológicos. Porque lo realmente traumático no ha sido convivir con el virus, sino romper nuestra visión del mundo, la concepción subjetiva de él.

Quizá debamos aprovechar esta oportunidad para reflexionar acerca de la vida, tal y como es, desde su finitud. Y así decidir si volvemos o no a ese cielo que añoramos, desde el que creímos caer…aquel en el que nunca realmente estuvimos.


[1] Ana Victoria Llamas es Graduada en Psicología (Univ. de Salamanca), Máster en Psicoanálisis Clínico (Univ. de Salamanca), Máster en Bioética (UCV), Cursando Postgrado en Criminalística e Investigación Criminal (USAL). Participante en el SCF de Castilla y León. Psicóloga on-line.