Jesús Morchón[1]
25 de abril del año 2021 de nuestra era,
Cuadragésimo primer día del confinamiento.
Hace unos meses me rozaron
Los dedos de la muerte
Y desde entonces
Me esfuerzo
Por salir del estado sombrío,
mayor los últimos días.
Me siento en mi sillón rojo
A leer “Léxico familiar”
Y olvidarme de todo.
No lo consigo.
Mi pensamiento se pierde,
Se confunde, se enreda,
En temores y emociones oscuras,
En miedos avarientos
Que ocupan el lugar de otras ideas.
Días poco propicios
Para vivir un tiempo más liviano,
Rojo como los espumarajos
Que manchan los lavabos
De los tuberculosos.
Rojo como los excrementos
De los cancerosos cercanos a la muerte
Que rechazan, lúcidos,
Los remedios de los oncólogos.
Lucidez que envidio
En días como hoy
Cuando Natalia Ginzburg
No me saca de la desolación.
Abelardo dialoga con el virus,
Le increpa, le afea su crueldad.
Es la corona de Dios
Transformada en espada
Que desgarra pulmones,
Obstruye arterias,
Colapsa las U.C.I.S. de los hospitales.
Oigo la voz de Bill Gates,
Nítida y poderosa,
Me ordena tirarme por la ventana.
No le hago caso
Y me voy a pasear con mi perro,
No más de veinte minutos,
No más de doscientos metros alejado de casa.
Somos espectros,
Embozados como bandoleros.
Un carnaval de máscaras siniestro
Que va desdibujando los rostros conocidos.
Todo a favor
De un apocalypsis sin sentido:
Dos papas, dos reyes,
Bolas de fuego cruzando el firmamento.
El telediario anuncia lluvias de barro.
¿Qué será lo próximo?
¿Plagas de langostas?
¿Ranas cayendo del cielo?
Todo es incertidumbre y tristeza.
No soporto la visión de ataúdes apilados.
No soporto los aplausos de los imbéciles.
No soporto las cantinelas de los optimistas.
No soporto las previsiones de los pedantes.
No soporto el aislamiento ni el desánimo.
Dicen que saldremos mejores.
Me canso de caminar sobre la cinta.
Pienso en la euforia ficticia de los corticoides.
En la clarividencia de la locura,
En el disparate extremo de la muerte.
Pienso en los moribundos que se echan al campo
En busca de orégano, salvia, tomillo,
Para condimentar sus últimas cenas,
De cúrcuma y cola de caballo
Para aliviar sus riñones heridos.
Sus intestinos inmovilizados.
Carmen me llama, me habla
Amorosa y tenaz,
Convincente como Demóstenes,
Me rescata del silencio y de la oscuridad.
Escucho el rumor de las fuentes de Piazza Navona,
Siento caer la nieve en Central Park,
Paseo descalzo por la Playa de los Locos,
Cojo la mejor ola con los muchachos de la escuela de surf.
Chapoteo en el estanque del Campo Grande
Admirando el despliegue de colores
De la cola de un presumido pavo real.
Ayudo a James Stewart a acabar con Liberty Valance.
Ayudo a John Wayne a rescatar a Natalie Wood.
Carmen me acaricia dulcemente la cara.
Mañana será martes.
[1] Jesús Morchón es psiquiatra y poeta. Ha dirigido el Hospital Psiquiátrico Santa Isabel de León.