Análisis 36,  Escuela lacaniana (número 36),  José Rubio

Acerca de la “Vida de la Escuela”

José Rubio[1]

Celebro la determinación del Directorio y del Consejo de mantener los espacios de conversación, y agradezco la invitación a participar como ponente en este -digamos- reinicio del curso después de las vacaciones. Si no me equivoco esta será la tercera reunión después de Barcelona y Madrid de la serie que iniciamos en relación a la indicación de J.A. Miller en la Secuencia de Presidentes de las Escuelas de la AMP. El tema, como todos sabemos, fue sobre la presencia y participación de los jóvenes en cada Escuela, una por una. En nuestra E.L.P. se puso de manifiesto la ausencia significativa de los mismos. Y está en juego la renovación generacional, quizás las dificultades en la permutación estén poniendo en primer plano esta ausencia, y no tanto, o directamente el deseo de escuela y su transmisión.

I.- Sobre la renovación, cuando el Presidente de la Escuela me preguntó como Director de la Sede Comunidad Valenciana por la presencia de jóvenes, la respuesta fue, y sigue siendo, que significativamente no los hay. Es verdad, y tengo que decirlo para no deslizarme por la fácil pendiente catastrofista, que en este último periodo en nuestra sede hemos aumentado de manera importante el número de miembros, así como el número de socios. Nos alegramos, lo tengo en cuenta como buena señal de que estamos activos y producimos efectos de transmisión. No obstante, también tenemos que decir que las nuevas generaciones de estudiantes, de profesionales del campo psí, en los movimientos de enfermos y familiares en salud mental, en las instancias políticas e universitarias, e incluso en la opinión pública general, comprobamos que no se dirigen hacia el discurso psicoanalítico, ellos circulan por otros registros, el discurso psicoanalítico no les convoca, pueden dejarlo tranquilamente de lado, e incluso desestimarlo, digamos que está “neutralizado”. 

Y si, “no tiremos al niño junto con el agua sucia”. El deseo de Escuela, en la soledad de la relación con la causa analítica uno por uno, así como el compromiso de hacer con ello una causa común que esté a la altura de nuestro tiempo, entiendo que está presente. Quizás un tanto adormecido, desconcertado por los efectos depresivos de la pandemia, así como por la dispersión y debilidad del lazo social que produce el zoom. No obstante, y lo han comentado mis colegas que están ocupando cargos de dirección, la Escuela está presente, estamos sosteniendo la institución, y no es poca cosa: hay transferencia de trabajo, tenemos carteles en funcionamiento, hay actividades, hay producción de textos, tenemos las revistas, publicaciones digitales, se han celebrado y se van a celebrar nuestras Jornadas, etc., etc. 

Quiero señalar con esto, que intento encontrar un bien-decir. Por un lado, quisiera salir de una posición de cuestionamiento generalizado, salir del señalamiento repetido de los malestares del grupo, pero también me parecería un error reducir el malestar, la indicación de “hay una enfermedad en la E.L.P.”, reducirlo a desarreglos, diferencias y desafección entre colegas, creo más acertado entender estos fenómenos como signos, los síntomas de “otra cosa” que afecta a nuestra Escuela, y tiene como efecto mayor el distanciamiento con la nueva generación.

Se podría pensar, y esto se ha comentado entre nosotros, que la nueva generación -los jóvenes- están en los “socios de sede”, así como en los estudiantes del Instituto del Campo Freudiano y sus Secciones Clínicas. Y entonces el problema no sería tanto la falta de interés hacia el psicoanálisis, sino más bien las dificultades de entrada a la Escuela. La idea que tengo ahora, al hilo de la conversación que estamos teniendo, es que el obstáculo no está en las dificultades para acceder a la Escuela, se sitúa más bien en los efectos de transmisión analítica, en la incidencia del discurso analítico en la realidad social. Venimos comprobando, y desde antes de la pandemia, que en las actividades de la Escuela y también del Instituto, hablo de mi ámbito local, asisten muy pocas personas, no es algo pasajero y ocasional, sino que se repite sistemáticamente. No es ninguna sorpresa, tampoco quiero dramatizar, sabemos que no será multitudinario, ni medimos la vigencia de la causa analítica en función del número de participantes, pero la ausencia repetida de asistencia, sí habrá que -una vez más- preguntarnos por nuestra responsabilidad en ello, pues lo tomamos como un efecto de discurso. En este punto, de nuestra responsabilidad, no es conveniente, como en la anterior conversación ya se indicó muy claro, abordar este impasse apelando al imperativo superyoico del trabajo, así como tampoco suplir la falta de asistencia llamando a que participen miembros y socios en todas las actividades.  Encuentro aquí el interesante apunte de la Escuela anoréxica. Mejor que el imperativo al trabajo y la asistencia, atendamos a la transferencia de trabajo para salir de esta envolvente.

II.- La expresión “la vida de la Escuela”, recoge bien la articulación íntima pero también la tensión entre “vida de Escuela” y “vida de grupo”. Sobre la vida del grupo analítico (1)encontré un comentario de Miller que cita Philippe La Sagna en su excelente trabajo sobre el “Atolondradicho”. No quisiera excederme en el uso de citas, me voy a referir al comentario de Miller en un punto muy concreto y porque -a mi modo de ver- indica una orientación crucial sobre la “vida de la Escuela”. Como sabemos, Lacan en repetidas ocasiones señala la tarea imposible de que los psicoanalistas formen grupo, y sin embargo lo considera necesario, y se pregunta: ¿Cómo hacer un grupo de psicoanalistas, un conjunto (reunión) de unos donde la singularidad de cada uno no esté disecada bajo la identificación imaginaria y la jerarquía ligada al amor al padre (ejército y religión)? A modo de respuesta dice: “Un grupo que … tenga asignada la tarea de elaborar (frayer) el estatuto de un discurso”.

Sabemos que el lazo social es el discurso, y entre nosotros, lo que hace posible el conjunto de analistas, es el lazo singular que genera el discurso analítico. Entonces, Lacan dice a propósito de las dificultades de la vida de escuela (2): “… el discurso analítico es justamente aquel que puede fundar un lazo social limpio de toda necesidad de grupo”. Aquí quería llegar para traer el comentario de Miller, dice que nunca se ha entendido bien, que, a pesar de haberlo señalado repetidas veces, continúa la confusión, pues lo de “limpio de necesidad de grupo” no se refiere al conjunto de psicoanalistas, no se refiere a las dificultades del grupo, se refiere al lazo psicoanalítico mismo. Este comentario me ha ayudado y espero que sirva para descongestionar, alegrar si cabe, la vida de la escuela, pues no se trata de poner en la picota al grupo analítico, ni pretender una pureza formal, la indicación de Lacan es por limpiar el lazo analítico de la necesidad de grupo. ¿Cómo entender la indicación?
En el párrafo siguiente Lacan habla del “muro del grupo”, es decir que el grupo de analistas puede funcionar como obstáculo a la transmisión, pero indica que no depende del grupo, sino del uso que del mismo se hace. Dice que lo importante en la vida de la escuela, no son tanto las formaciones imaginarias del grupo, tampoco la dificultad para el analista de vivir de manera distinta al grupo, lo importante es aquello que convoca, aquello que utiliza los fenómenos de grupo y los pone como muralla. ¿Qué es “aquello que utiliza los fenómenos de grupo y los pone como muralla?, Lacan dirá que es la posición del analista según el discurso que la sostiene. Es decir -según entiendo este pasaje- lo importante no son las formaciones imaginarias del grupo, tampoco las filias y fobias, lo importante es cómo se sostiene la “posición del analista tal y como es definida por su propio discurso”, que esté limpia de necesidad de grupo.

¿Por qué la posición del analista convoca, tendría necesidad del grupo, y en esta debilidad mental genera disfunciones? El discurso analítico pone al deshecho del mundo, el desperdicio del lenguaje, en tanto objeto “a”, lo pone en el lugar del semblante. Pero cómo sostener el semblante, que nada más y ni nada menos está puesto en el lugar de agente, cómo sostener hacer semblante de objeto “a”, cuando el objeto “a” tiene aversión al mismo. Lacan indica expresamente esta aversión como razón principal para que la posición del analista se sostenga en la comodidad del grupo. En esta línea señalaría que habría que limpiar los semblantes de la necesidad de grupo.

III.- La importancia del Campo Freudiano, en la conversación última en Madrid se planteó la corresponsabilidad del Campo Freudiano respecto de la desconexión con las nuevas generaciones.

Para orientarme sobre la cuestión, tomo lo siguiente: Un colega joven que, entre los compañeros de trabajo es apreciado y respetado, preocupado por extender el psicoanálisis y viendo que se interesan por la teoría y clínica analítica, se anima a pasarles algún texto de los más accesible. Me cuenta sorprendido que estos compañeros, que no rechazan el psicoanálisis, los textos no les dice nada, no saben de qué habla, no les resuena ni les genera preguntas. Más allá de las circunstancias concretas, creo que indica una cuestión general: el referente analítico, la cosa a la que se refiere el psicoanálisis no está presente en lo social. Los textos, las actividades analíticas, etc., están “neutralizadas” por el discurso dominante. Ocurre algo así como, recurriendo al mito de Eolo, muy utilizado entre nosotros, ocurre que no hay viento analítico, podemos extender la vela del navío analítico, pero no sopla el viento, entonces por más que revisemos la vela, si Eolo no sopla, quedamos sin movimiento. Y tenemos que decir que estamos en época de tempestades, sin duda hay corrientes muy fuertes que pueden -sin pretenderlo- desviar el rumbo de la orientación lacaniana.
El campo freudiano, lo entiendo como la presencia del discurso analítico en la realidad social, la existencia de la razón freudiana en el malestar actual, me pregunto hasta qué punto el campo freudiano estaría neutralizado por el discurso dominante.

Traigo, de nuevo, una cita de Miller de 2010 en su respuesta a la carta de Yves Depelsenaire, carta que señalaba disfuncionamientos de la ECF, me interesa traer aquí el siguiente párrafo: 
Hacia 1995 nos faltó una generación. Ahora la juventud ha vuelto a encontrar el camino de la Escuela. ¿Y por qué? ¿Y cómo? En mi opinión fue el voto unánime de la Escuela contra la enmienda Accoyer y el rigor de una serie de Foros, nunca vistos hasta entonces, lo que nos valió el favor de la juventud (3).
Este comentario introduce una pregunta de base: ¿por qué los jóvenes tendrían que implicarse en el discurso analítico? ¿Hasta qué punto el psicoanálisis introduce una subversión del sujeto frente al discurso dominante, una subversión efectiva en la realidad social? Los jóvenes lo tienen difícil, el orden social establecido les tiene sometidos, a nivel económico es una tomadura de pelo, el discurso universitario y el sistema capitalista los instrumentaliza, y en el registro del deseo quedan desvinculados de cualquier razón subjetiva. Entonces, cabe plantearse que quizás no es que no se impliquen en la Escuela, es más bien que hay una debilidad y desorientación general del deseo. ¿Hasta qué punto la apatía de ellos no sería la resistencia de la Escuela al discurso analítico? O también, ¿hasta qué punto, la nueva generación nos percibe “acomodados” a las condiciones sociales dominantes, nos percibe como siendo una versión terapéutica, entre otras, con un sistema complicado de valores humanistas que nada pueden frente a la ciencia y el poder económico.

IV.- Transferencia de trabajo. No hay transmisión del psicoanálisis sin Escuela. Esta frase me orienta, porque el psicoanálisis necesita de la Escuela, Escuela como refugio y también como base de operaciones. Por eso cuidemos, sostengamos fuerte y bien orientada la Institución – egoísmo institucional-, cuidemos el lazo social. En este sentido y a modo de conclusión, retomo la frase de “un lazo limpio de cualquier necesidad de grupo”, la institución tiene dispositivos -permutación de instancias, carteles, los AE, el colegio del pase, etc., para contrarrestar los efectos grupales, dispositivos que renovamos y están vigentes. Sin olvidar que la indicación es sobre la posición del analista, sobre poner al día el estatuto del discurso, alrededor de lo cual gira la transferencia de trabajo y la transmisión del psicoanálisis, y sus efectos en la realidad social.

1. La Sagna, P., Adam, R. Contrer l´Universel. Página 213. 
2. Lacan, Jacques. Atolondradicho. Otros escritos. Página 499.
3. Miller J A. http://ampblog2006.blogspot.com/2010/01/el-debate-de-la-elp.html
 


[1] Intervención de José Rubio en la Noche del Directorio Ampliado de Málaga del pasado 30 de septiembre. José Rubio es psicoanalista de la ELP- Valencia y actual director de la Comunidad ELP-Valencia.