Análisis 34,  Ángela González Delgado

La muerte de la mariposa

«Scott Fitzgerald […] tenía aún la técnica y el espíritu romántico para hacer cualquier cosa, pero desde hacía mucho tiempo todo el polvo había desaparecido del ala de la mariposa, aunque el ala continuó batiendo hasta su muerte.»

Ernest Hemingway

Pocos escritores conmueven tanto como Pietro Citati. Tanto por el uso exquisito del lenguaje, como por la belleza de sus textos, por no mencionar su mirada absolutamente original sobre las cuestiones de su interés. Precisión y talante narrativo se conjugan en una pequeña obra maestra de apenas cien páginas de la que el lector no puede perder ni una sola palabra. La muerte de la mariposa nos acerca a una de las parejas más envidiadas, insólitas y célebres de los años treinta en Hollywood. Además, procura al lector interesantes reflexiones en relación a qué es la escritura, para qué sirve escribir y de qué trata la literatura. 

En formato de ensayo literario, Citati nos ofrece un abordaje caleidoscópico del ascenso, cenit y caída de la pareja formada por los escritores Francis Scott y Zelda Fitzgerald. Desde sus obsesiones hasta sus deseos más íntimos, de lo necesario a lo que se desborda, de la estructura al síntoma. De grietas a fisuras. De anhelos a fracasos. Unas vidas marcadas por el lazo patológico, el alcoholismo, la locura y el genio.

 Presenta a F. Scott Fitzgerald como a un sujeto que sabe escribir, a alguien que como escritor alcanza donde no alcanza el hombre. Ese que, en sus años más oscuros, escribió los cuentos más hermosos, sus mejores cuentos. Citati defiende Suave es la noche como la obra maestra de Fitzgerald, en uno de los pasajes más notables del libro, en el que afirma contundente, “la novela es perfecta”, aunque no gustara a los lectores de la época. Aborda la fascinación y lo efímero como algo que va más allá de un momento puntiforme. Una narración que nunca se detiene, donde la realidad se difumina. Suave es la noche no es sino eso: “el descubrimiento de la estructura oculta de las cosas se convierte, entre las manos habilísimas de Fitzgerald, en la etérea arquitectura de un libro”.

“Zelda era un color”, afirma Citati. Su manto de flapper ocultaba la realidad de su estructura que se develó cuando esta mujer polifacética, que hacía un poco de todo, y no lograba destacar especialmente en nada, se obsesiona, se brota, con un delirio en el que pretende ser la mejor bailarina del mundo. “Era la reina de las mariposas”, eso sí, con un modo muy particular, extraño, de estar en el mundo. De sí misma Zelda decía estar poseída por los demonios. Uno de sus psiquiatras le llamaba afectuosamente “el ángel con las alas un poco chamuscadas”. Al final de su vida fue una mujer triste, de mirada apenada que había perdido todo fuego y la luz de su juventud. Sólo le quedaba “el pasado, la vida perdida, el marido muerto, la hija a miles de kilómetros, la obsesión religiosa, el fracaso inconmensurable, la vejez, la fealdad”.              

Cuando un libro cambia a los lectores que se asoman a su interior, muestra su mejor condición. Citati, riguroso e implacable, invita la lectura, atrapa, encandila

Ángela González Delgado