Marzo de 2006
Desde luego el abordaje psicoanalítico sobre la angustia y la fobia, es muy diferente al de otras terapéuticas.
En el psicoanálisis lacaniano, se mantiene la angustia. No se trata como en los TCC, de enmascararla bajo la ansiedad, para de esa forma tener la posibilidad de cuantificarla. Se considera este fenómeno ansioso como la respuesta más o menos adaptada del sujeto a su ambiente, a condiciones ansiógenas de la vida “moderna”.
Desde luego las técnicas cognitivas comportamentales tratan el fenómeno de la angustia como cuantificable, evaluable, y curable. Se tratará por la vía de consejos que se tornan significantes imperativos. Los protocolos y el registro de las situaciones de angustia o miedo por los que pasa el sujeto servirán para organizar una terapéutica que recorre el abanico del consejo menos aversivo hasta la confrontación, a veces hasta brutal, con lo que aparentemente es el objeto que causa el miedo, la fobia, la angustia.
Cuando se trata de la angustia y de la fobia, no hay una diferencia específica a la hora de entender estos fenómenos entre niños y adultos. Tanto uno como otro, el sujeto lo experimenta en su infancia, es constitutivo de la subjetividad, y aunque esto aparezca en la clínica con adultos hunde sus raíces en la niñez.
En primer lugar, para el psicoanálisis angustia y fobia son cuestiones distintas, aunque tendemos, cuando las experimentamos a confundirlas.
1 FOBIA TRATAMIENTO DE LA ANGUSTIA, UN INTENTO DE TRATAMIENTO SIMBÓLICO.
Diremos, en primer lugar, que la fobia, el miedo, es ya un tratamiento de la angustia; por tanto, la angustia es anterior a la fobia. Con el miedo el sujeto, evitando el objeto que lo causa, organiza todo un circuito espacial y temporal que le hace un magnífico topógrafo de la ciudad o del barrio en el que vive. Pero, aquí conviene despejar un prejuicio, estos objetos de los que hablamos no se pueden considerar cosas que en sí mismas no estén afectadas por la significación que cada uno le damos. Por ello cuando en el famoso caso de fobia tratado por Freud, el caso Juanito, se trata del caballo, que sea este animal y no otro tiene su valor e interés. Se trata del ruido y el movimiento del caballo, se trata de la contemplación de estos animales y sus atributos fálicos, etc., en un momento donde Juanito, había significado el mundo en relación al falo imaginario. Vemos ya desde esta perspectiva que, para el trabajo clínico con un niño afectado por un miedo infantil, o cuando atendemos a un adulto afectado por miedos muy definidos, debemos tratar de despejar porque se trata de ese objeto-significante y no otro.
2. LA ANGUSTIA ES UN AFECTO, LA FOBIA ES UN SÍNTOMA QUE FUNCIONA COMO PLACA GIRATORIA.
Los síntomas fóbicos podemos encontrarlos en cualquier tipo de patología, no son exclusivos de ninguna estructura clínica. La angustia es considerada por Jacques Lacan como un afecto que no engaña, y puede ser experimentada por cualquier ser humano. Iremos explicando la formulación: “un afecto que no engaña”, podemos preguntarnos no nos engaña frente a qué; ¿y los otros afectos es que sí son engañosos, por ejemplo, el amor? Fue Kierkegaard quien tomando el pasaje Bíblico de Abraham y su hijo Isaac, nos dio su concepción de la angustia. Este filósofo se pregunta cómo puede ser que no consideremos a Abraham un psicótico que oye voces, y, sin embargo, estemos dispuestos a creer que oye la voz de Dios y además un dios que le pide el sacrificio de lo más preciado, su hijo Isaac. El matiz que hace que optemos por la segunda alternativa, es que este acto va precedido de la angustia, que no es un acto que lo dirija la certeza, sino la angustia.
Tanto para el psicoanálisis como para Kierkegaard, se trata de la angustia que preside la antesala del acto y que puede incluso impedirlo.
La fobia como placa giratoria, que surge en un momento de la constitución subjetiva, y donde podemos encontrar como el sujeto puede optar por un tratamiento fóbico, paranoico, fetichista del objeto.
La angustia es un afecto que sentimos en el cuerpo, palpitaciones, opresión, vértigo, etc., el amor que hemos dicho que a diferencia de la angustia sí engaña, también lo sentimos en el cuerpo, esa sensación en el estómago cuando vemos al amado, esa intranquilidad, ese placer cuando del encuentro se trata etc.
Entonces mantendremos abierta la pregunta de por qué la angustia no engaña.
3. LA ANGUSTIA QUE NO ENGAÑA, LA ANGUSTIA COMO SEÑAL.
El sueño ya desde Freud se ha considerado como la vía regía hacía lo real, y sobre todo el sueño de angustia, como una vía de acceso a lo real. Es una señal, que generalmente viene de alguna manera disfrazada con las vestimentas de la fobia y del miedo.
¿Cómo soportar la angustia sin algún significante que permita acotarla? ¿cómo soportar esa experiencia en el cuerpo para la que no encontramos causa y tampoco palabras que la aplaquen?; solamente cuando algún significante viene a nuestra ayuda y salimos de este impasse, se nos torna más soportable.
Pero sin ánimo de ser pesimistas la angustia es un afecto tan constitutivo de la subjetividad que no es curable, no tiene cura.
Cuando las terapias se sostienen en concepciones que quieren reducir al ser-hablante a la pura existencia animal, todo disfuncionamiento: trastorno, síntoma, querría ser resuelto por la vía de una adaptación del individuo a la normalidad. Midiéndose esta normalidad y adaptación por la supresión de todo lo que no va, lo que cojea, lo imposible.
Desde la enseñanza de Lacan y su máxima expresión en su Seminario dedicado a la Angustia, para los psicoanalistas la angustia no tiene curación, en todo caso puede ser cercada, y puede ser llevada a darle su carácter más productivo.
No solamente en los pacientes niños que tratemos, sino en nosotros mismos en la novela familiar del neurótico. Pero conviene no perderse por estos meandros pantanosos de la novela familiar edípica cuando de la angustia se trata.
4. EL EDIPO, LA AMENAZA DE CASTRACIÓN: CONSECUENCIA DE LA ANGUSTIA Y NO PROVOCADORA DE ELLA
Como el miedo está claro que está referido a objetos, durante una época para el psicoanálisis la angustia era sin objeto. Ese embarazo subjetivo, esas sensaciones en el cuerpo, pero sin posible definición, la diferencia del miedo. Miedo a la muerte, miedo a las multitudes, fobia en el ascensor, miedo a estar enfermo, etc. Cuando se trata de la angustia es algo difuso que no sabemos decir que la provoca, su causa directa. Por ello la manera que tiene el sujeto para tratar la angustia es la fobia, el miedo. Dando así un marco a lo que no lo tiene.
Cuando se ha experimentado la angustia, que Freud llegó a nombrar salvaje, es una experiencia que se torna muy insoportable. El sujeto tiene urgencia por no sufrirla, y el psicoanalista sabe que no se trata de des angustiar al sujeto, porque todo intento en ese sentido se tornará infructuoso, lo que puede hacer es bordearla. Esto permitirá al sujeto un uso productivo de la misma que aligerará su padecimiento.
Si la fobia es un tratamiento de la angustia, podemos encontrar y ubicar en dicha fobia el núcleo angustiante. En el caso freudiano de Hans, se trataba de la mancha en la boca del caballo. Se pasa entonces de la fobia al caballo, y al ruido que hace, a este “divino detalle” que rápidamente nos remite a la amenaza de devoración que el sujeto puede sentir frente al Otro.
La angustia por tanto a diferencia del miedo es con objeto, pero un objeto distinto a los del mundo significantizados, y por tanto imaginarizados.
Por tanto, la angustia no es sin objeto, como se creía para diferenciarla de la fobia, pero su objeto, es el resto que surge de la operación de la entrada del sujeto en el campo del Otro. El sujeto queda tachado, dividido, el Otro también, en los dos casos se produce una falta, al sujeto le falta al Otro también, y como resto un objeto que nombraremos pequeño a. Un resto de ésta operación, que no siendo lo Real, en un sentido estricto, es una vía que nos conecta con este registro. Es un objeto que no es exclusivamente significante y que anuda pulsión y zona erógena del cuerpo. Así tendremos cuatro objetos pulsionales, oral, anal, escopico e invocante.
Este es el resto de la operación de la venida de un ser vivo al campo del Otro de la palabra y del lenguaje.
Por un lado, la falta, nunca podremos experimentar el goce de lo vivo como en el mundo animal, lo cual se traduce en una falta tanto del lado del sujeto como del Otro; y por otro, un resto que es un plus de eso vivo afectado por el este, un plus de goce, que será una y otra vez contorneado por la pulsión, por esa fuerza constante y cuyo solo fin es la satisfacción que se anudará a los bordes erógenos del cuerpo. Resto, a la vez que plus, pues esta operación no es exacta.
Por ello, la angustia también se define: “cuando falta la falta”. Cuando el objeto a, en vez de recubrirse con la significación fálica, con ese brillo, aparece en su cara más cercana a lo real, más “palea”. Entonces, la mirada, la voz, el seno, las heces, puede desencadenar una angustia que nos impide y afecta nuestro movimiento. En el caso de Juanito se trata de una mancha negra en la boca del caballo, donde encontramos el objeto oral que lleva a enfrentar al sujeto a la angustia como estadio intermedio entre el goce y el deseo. El objeto aparece en su cara plus de gozar, en su exceso, haciendo que falte la falta e introduciendo la dificultad al pasar al campo del deseo.
A Juanito, no le angustia la amenaza de la madre cuando descubre sus tocamientos, tampoco el nacimiento de su hermana es suficiente, se trata más bien de la experiencia de un cuerpo no unificado por la imagen, por lo cual experimenta su órgano, su pene real, como funcionando independientemente de su dominio, no respondiendo a su voluntad. El cuerpo pasa de tener el estatuto unificado que hasta ahora le dio lo imaginario, Juanito vivía en un mundo poblado de objetos cuya forma fálica atravesaba a todos ellos, un cuerpo que jubilosamente el espejo unificaba, y de pronto su experiencia orgásmica en el cuerpo le hace percibir el órgano como algo separado, un pene real que porta pero no le pertenece y cuya detumescencia no le permite mantener el idilio con su madre, y comprobará lo poca cosa que tiene para ofrecerle a su demanda insaciable. Por eso, la devoración, la presencia en su aspecto más real del objeto oral será la espita que desencadene la angustia.
5. ¿QUÉ QUIERE EL OTRO DE Mí?
Otra de las fórmulas que nos permitirán orientarnos en la clínica para el tratamiento de la angustia, es esta pregunta que Lacan lanza extraída de un texto literario, El diablo enamorado de Cazotte, y que después de lo dicho antes, hay que ponerla en serie con la angustia como vía hacía lo real.
Desde luego, esta pregunta no sería posible sin la percepción de que al Otro le falta, y nosotros podemos venir a obturar esa falta. Además, si esa pregunta es la antesala de la angustia, es porque la respuesta queda suspendida, porque no sabemos que somos para ese Otro. En la clínica, si dejamos que el sujeto hable, veremos desplegarse esta cuestión. El sujeto que viene ya con una respuesta cerrada a esta pregunta, soy una mierda, soy su salvación, soy su valor más preciado, no cubrirá con esta construcción la experiencia en el cuerpo de algo que no pasa enteramente por la palabra, de algo no decible, frente a lo que nos enfrentamos.
En el caso de Juanito, el tratamiento de su fobia, y de la angustia que enmarca, pasará por la elaboración de distintos mitos que bordeen, en el sentido más topológico de borde este vacío, este imposible.
6. LA ANGUSTIA, LA FOBIA, DOS FORMAS DE PRESENTIFICAR LO IMPOSIBLE.
EL psicoanálisis, después de Freud, derivó a una concepción del yo, a distintas derivas adaptativas sostenidas en la idea de un yo fuerte, cuya maduración genital será la cura a la que se apunta.
Lacan llegará para restituirle al psicoanálisis la verdad olvidada bajo este manto de la forma imaginaria. Aunque desde el comienzo Lacan considera que los registros en los que nos movemos son Real, Simbólico e Imaginario; siendo cada uno tan importante como el otro, en un primer momento quiere restituir el valor al campo simbólico, a la palabra y la escucha frente a una realidad imaginaria y fantasmática, a la que se intentaba unificar a través del yo.
¿Pero, qué lugar quedaba entonces para lo Real, en este proceso? ¿Dónde quedaba lo vivo del sujeto, si sabemos que el efecto del significante en el cuerpo del viviente es la mortificación? Es en este punto que Lacan aborda la angustia como un afecto que presentificará que cuando de lo Real se trata para el humano, lo simbólico muestra su falla, lo simbólico no puede nombrar lo que al sujeto le acontece.
Esto introduce un disfuncionamiento en la vida, un incurable, algo imposible de adaptar, algo que nunca podrá ser domeñado ni por la vía imaginaria, ni por la simbólica; y mucho menos por la vía de la evaluación, de la contabilidad de la reducción del hombre al mundo imaginario animal. Reducir a los seres parlantes a la forma animal, donde el experimentador cree poder dominar, domeñar y curar lo indominable, lo incurable, hace que lo incurable se presentifique de la manera más sufriente para el sujeto. Además de considerar que, en su posición extrema, arrebata a los sujetos su condición de humanos.